El pasado 20 de enero el presidente Joe Biden cumplió su primer aniversario en la presidencia de Estados Unidos. Hace un año obtuvo 81 millones de votos, la más alta que presidente alguno haya alcanzado en los 233 años transcurridos desde la elección del primer presidente, George Washington, a la fecha de la escogencia de Biden.
El presidente Biden ha tenido varios logros significativos: pasar de dos millones de personas vacunadas con dos dosis a 210 millones de vacunados; la aprobación del plan de rescate económico por 1.9 billones de dólares que envió cheques a la mayoría de los norteamericanos y redujo la pobreza; la aprobación bipartidista de un plan de 1.2 billones de dólares para la modernización de las infraestructuras; la creación de 6.4 millones nuevos puestos de trabajo y la disminución del desempleo desde el 6.2% que estaba en enero del 2021 al 3. 9% que cerró en diciembre del 2021.
Sin embargo, Biden ha visto pulverizada su popularidad que ha descendido a un promedio de 41.9 % que es la segunda peor aprobación presidencial en 75 años, solamente superada por su antecesor Trump, que en su primer año de gobierno tenía una aceptación de un 39.5 %. Entre los demócratas hubo una disminución, pasando del 98% que le apoyaba a un 80%. En los independientes la reducción del apoyo fue más drástica pasando de un 60% a un 30 %.
Peor aún, existe consenso en los analistas políticos que producto del malestar con el gobierno de Biden, se proyecta que el partido demócrata perdería las elecciones de medio término previstas para el 8 de noviembre de este año. En estos comicios se renovarán las 435 plazas de la Cámara de Representantes, 34 asientos de los 100 del Senado, y 36 estados y 3 territorios elegirán a sus respectivos gobernadores.
¿Que ha provocado un cambio tan drástico en los niveles de aprobación del presidente Biden?
Los analistas coinciden en señalar varios factores para explicar el meteórico descenso en la aprobación de Biden: la caótica salida de las tropas de Estados Unidos de Afganistán que proyectó una imagen de derrota y cuestionó la percepción de orden y eficiencia que hasta ese momento proyectaba su administración.
También, se ha señalado la decepción que ha provocado el avance de las variantes delta y ómicron que han colocado a Estados Unidos en unos de los peores momentos de la pandemia por el desborde en el sistema hospitalario y en los centros de pruebas de COVID-19.
Adicionalmente, la división del partido demócrata en el congreso que ha impedido la aprobación de iniciativas importantes como el proyecto de 1.75 billones de dólares de gasto social (Build Back Better – Reconstruir Mejor), la ley de protección del derecho al voto de las minorías, la reforma migratoria, entre otras.
Igualmente, se considera la inflación de un 7%, la más alta en 40 años a la que se agrega un incremento anual de los combustibles de 58.1% que es el más elevado en 42 años.
De estos factores, se considera que los dos más fundamentales en la generación del malestar son: la inflación y el agotamiento frente a un Covid 19 que parece no tener un final claro.
Estos efectos socioeconómicos de la pandemia están provocando descensos en los niveles de aprobación de los presidentes y trayendo dificultades electorales a los gobiernos en la mayoría de las democracias.
De conformidad con un reciente reportaje de la prestigiosa BBC de Londres de las 12 elecciones presidenciales ocurridas en América Latina desde el 2019 a la fecha, en 11 gano la oposición política y solo en una, Nicaragua, se reeligió el presidente de turno (Apresó a todos los candidatos presidenciales opositores).
El tsunami electoral en nuestra región parece que se extenderá a las tres elecciones presidenciales prevista para este año en Costa Rica, Colombia y Brasil, en las que los presidentes que van a la reelección o los candidatos del partido de gobierno tienen serias dificultades electorales.
En el caso de Costa Rica, Welmer Ramos, el candidato oficialista en cuatro encuestas recientes marca a penas uno por ciento (1%). En el caso de Colombia, Oscar Iván Zuluaga, candidato oficialista, registra alrededor de un 12% en las encuestas más recientes. En el caso de Brasil, el presidente Jair Bolsonaro que busca su reelección, en la encuesta más reciente proyecta un 24% frente a un 41% que tiene Lula, el principal candidato opositor.
Sin dudas que la galopante inflación, el incremento de los precios de los combustibles y la incertidumbre de la COVID-19, han generado un impacto sociopolítico. Esto se ha traducido en un desafío para la permanencia de los gobiernos de turno y en una oportunidad para el ascenso al poder de los principales candidatos opositores. En consecuencia, la variable socioeconómica emerge como determinante en la política y en las elecciones.