Reiterar mi opinión sobre los niños indigentes, olvidados y marginados -desde hace décadas- de República Dominicana parecería una “necedad”.
Pero si es ser “necio” remachar sobre todo lo concerniente a la dejadez por parte del Estado dominicano de no ir en auxilio de la niñez andrajosa -una negativa actitud que lógicamente abarca a todos los gobiernos-, es actuar con necedad (¿?), entonces soy necio, pero que nunca me cansaré de escribir sobre tan penosa realidad.
Anotar también, y hacerlo sin ninguna reserva, que el Estado dominicano no pone en práctica dentro de sus tan cacareados programas de políticas públicas, un diseño que vaya en beneficio de los niños desamparados.
Se trata de los niños indigentes -que transitan por calles y avenidas de todo el territorio nacional- sin tener perspectivas de un futuro promisor.
Son los niños andrajosos de la sociedad dominicanas, que tampoco tienen la protección de sus padres (¡padres que igualmente viven acogotados por la extrema pobreza que los afecta!).
Ratifico mi crítica a las autoridades estatales por no ofrecer la esperada protección a la niñez indigente.
Hay que recordar que la ONU y agencias colaterales, en especial la del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), fortalece sus programas que buscan dar protección a los niños abandonados.
Trabaja en todo el mundo para garantizar la protección de los niños migrantes y desplazados con el objetivo de salvaguardar sus derechos.
Cito textualmente a la Unicef: “Proporcionamos suministros humanitarios que salvan vidas en campamentos de refugiados y ofrecemos espacios adaptados para niños; lugares seguros donde los niños que están en tránsito puedan jugar, donde las madres puedan descansar y alimentar a sus bebés en la intimidad y donde las familias separadas puedan reunirse. Ayudamos a los gobiernos nacionales y locales a diseñar leyes, políticas, sistemas y servicios que tengan en cuenta a todos los niños y aborden las necesidades”.
La Unicef es un órgano que no desmaya en trabajar -a nivel de todo el universo- para garantizar la protección de los niños migrantes y desplazados.
Al abordar de nuevo el tema de los niños criollos abandonados, andrajosos e indigentes, de quienes ningún gobierno se ha preocupado por darles el indispensable albergue que merecen, lo hago con la esperanza de que algún día la sensibilidad humana llegue al Estado.
El Estado dominicano debe aplicar sin dilación, dentro de sus posibilidades -que las tiene-, ajustados programas que den al traste con la terrible realidad que abate a la niñez indigente y que no tiene ninguna perspectiva que le permita no caer en la delincuencia.
¿Cuándo tendremos tan agradable noticia? l