Todos los días me hago la misma pregunta: ¿qué vamos a hacer con los motoristas? La verdad es que se están convirtiendo en un peligro público, estresante para el buen vivir y en un desorden mayúsculo en el tránsito.
Recientemente, un familiar muy querido, fue atropellado por un motoconchista en Santiago, mientras esperaba un taxi. Está vivo para contarlo, con el fémur roto, golpes en la espalda, entre otros daños severos en su cuerpo.
Cito el caso, porque me tocó de cerca, pero a diario son decenas de accidentes los que suceden de forma violenta y lamentable, la mayoría de estos provocados por conductores que, penosamente, también transportan a otras personas sin el mínimo de seguridad.
Hace poco, transitando por la Kennedy con Abraham Lincoln, un motorista rompió una de las micas de mi vehículo con un artefacto que llevaba en la parte trasera colocado de forma horizontal, imagine usted la estrechez entre los vehículos. En ese momento solo escuché el “boom”, bajé el cristal y le grité al descarado una grosería. No me quedó de otra.
Sé que al igual que yo, hay miles de ciudadanos que piensan lo mismo. ¿Hasta cuándo a estos conductores se les va a seguir permitiendo violentar las leyes como si nada pasara? Porque el vendaval que provocan en el tránsito es espantoso y dan ganas de llorar de impotencia y salir volando.
Sabemos que muchos andan en la búsqueda del pan familiar, mientras otros delinquen, y así por el estilo, pero lo cierto es que todos cometen las mismas infracciones y tienen en zozobra a la población.
Un peatón común está expuesto en este país a que lo atropellen en la misma acera, o que lo asalten desde un motor. Cruzan con luz roja, se atraviesan entre los vehículos, salen por cualquier lado como por arte de magia.
Transportan objetos de todos los tamaños en la cola del motor, rozan los vehículos, rayan los espejos retrovisores, apagan los vehículos en los semáforos y hay que aguantarse un nuevo cambio de luz, en fin… se comportan como seres irresponsables de sus actos.
Lo penoso y terrible de esta situación es que no se vislumbra una solución al problema, por el contrario, cada día son más en nuestras calles, y de los pueblos, ni hablar, porque parecen avispas fuera del panal.
Hace poco estuve en un recinto de vehículos incautados. El lugar lucía repleto de motocicletas, miles. De acuerdo con las estadísticas de la Dirección General de Impuestos Internos, en el país hay registrados alrededor de 3.2 millones de motores, y solo en el primer semestre de este año se registraron 110,183 motores nuevos.
Esto sin contar los que circulan de manera ilegal que suponemos es una cifra considerable. Los conductores de motocicletas o motores hacen en este país lo que les da la gana. Si te chocan no hay a dónde acudir, ni a quien reclamar, pero si los chocas, te caen todos encima.
Regularmente los que se ganan la vida en el concho y los delivery están identificados, pero igual, violan las reglas establecidas en las leyes de tránsito y las consecuencias son casi siempre nulas.