En ocasión de la conmemoración del 181 aniversario de la Batalla del 30 de Marzo, una gesta histórica que refrendó por segunda ocasión el deseo de los dominicanos de permanecer “libres e independientes de toda potencia extranjera”, nos proponemos abordar el lado más humano de algunos de nuestros héroes nacionales, que si bien dieron todo para cimentar las bases republicanas del país, pasaron penurias en el ocaso de sus vidas, y sufrieron el destierro y el olvido.
El patricio Juan Pablo Duarte y Díez, ideólogo de la Trinitaria y de otras iniciativas independentistas, vivió el destierro y el exilio junto a una parte de su familia, tras iniciar un periplo que lo llevó a otras naciones hasta establecerse en Venezuela, donde se mantuvo apartado de la vida pública, enfermo y con precariedad económica, hasta su fallecimiento el 15 de julio de 1876, en la capitalina ciudad de Caracas.
El destino final de Ramón Matías Mella y Castillo no fue menos dramático y lamentable. Fiel discípulo de Duarte, como se establece en una de las estrofas del himno en su honor, y cuyas habilidades le dieron el perfil de un gran estratega militar que tuvo la valentía de disparar el trabucazo en la Puerta de la Misericordia aquella épica noche del 27 de febrero de 1844, terminó sus días terrenales en la extrema pobreza, y falleció por complicaciones gastrointestinales con tan solo 48 años, en la ciudad de Santiago, el 4 de junio de 1864.
Una suerte similar acompañó al líder más destacado de la guerra restauradora y otras gestas no menos gloriosas, Gregorio Luperón, quien vivió la expulsión del país, que lo llevó a una travesía por otras latitudes que concluyó en la isla Saint Thomas, desde donde fue traído en barco en condiciones críticas de salud, sufría de dificultades para caminar y poder valerse por sí mismo, por lo que se mantuvo dentro de dicha embarcación anclada en el distrito marítimo de Puerto Plata, hasta su deceso el 20 de mayo de 1897.
Rosa Montás de Duvergé (Madame Bois), esposa del general Antonio Duvergé, aunque no es considerada como una prócer, se le debe reconocer por su entrega y dedicación. Ella llegó a acompañar a su esposo en algunas campañas militares en la región sur del país. Rosa vivió en Higüey en la extrema pobreza, hasta su fallecimiento el 19 de octubre de 1895. Su historia no solo es el reflejo del nivel de compromiso con su patria y su compañero de vida, sino de entrega y sufrimiento, recordándose que el también llamado Centinela de la Frontera y su hijo Alcides fueron mandados a ejecutar en 1855 por órdenes del entonces presidente de la República, general Pedro Santana, por su férrea oposición a los planes de adhesión a España.
Otros héroes simplemente han sido olvidados, siendo el caso de los activistas independentistas Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandro Pina y Benito González Jiménez.
Asimismo, de la batalla del 30 de Marzo, Marcos Trinidad, José María López y Fernando Valerio, cuya participación en tan importante gesta ha sido enaltecida tímidamente.
Al observar los datos biográficos de los ideólogos de las gestas independentista y restauradora, observamos que muchos de ellos tenían en común una posición económica y social privilegiada para la época, que les permitió una buena educación, viajar por el mundo para vivir otras experiencias que les sirvió de estímulo para emular aquí y las conexiones para lograr apoyo logístico.
Su desprendimiento, guiado por el deseo aspiracional de forjar una patria libre, debe servirnos de inspiración, en momentos en que nuestra historia reciente tiene atisbo de ser reconfigurada.
