El calentamiento global es una realidad, y lo está viviendo cada ser vivo que habita la tierra. En los últimos decenios, nuestro planeta ha sido víctima de una depredación indiscriminada provocada por el único ser con raciocinio: el hombre, capaz de acelerar la pérdida de la biodiversidad, la desertificación y la contaminación de los océanos.
Las últimas semanas de julio y lo que corre de agosto hemos sido testigos de eventos catastróficos que han cobrado vidas y pérdidas materiales en incendios que, de primer momento, desconocemos el origen, pero que ocurren y terminan lastimando el planeta.
Abrir las páginas de un medio digital o cuenta en redes sociales de cualquier país nos presenta la calamidad, el abandono, la pobreza, la irresponsabilidad de los humanos que no mide límites a la hora de concretar actividades potencialmente dañinas, a veces ilícitas, que van apagando la vida de la flora, la fauna y la vida humana.
El año 2023 se caracterizó por una profunda sequía a nivel mundial, arrastrada por el conocido fenómeno de El Niño, que no es más que un desbalance de las temperaturas del océano, asociado a los cambios en la atmósfera.
Por eso durante todos estos meses hemos sentido un calor intenso, abrazador que ha roto tres veces el récord promedio en todo el planeta, pero también la ocurrencia de incendios forestales e inusuales en lugares de densidad poblacional, como los vividos en la ciudad de Maui en Hawaii, una ciudad que quedó totalmente devastada y cobró la vida a decenas de habitantes que no pudieron escaparse de las voraces llamas.
Aquí experimentamos la más reciente tragedia con una explosión en el mismo corazón de la histórica ciudad de San Cristóbal, llevando luto y tristeza a las familias afectadas directamente y a toda la población dominicana, y no quiero que me tilden de pájaro de mal agüero, pero debemos prepararnos para lo que viene en 2024, porque de acuerdo con científicos de la Nasa, será más caliente que el 2023 que es mucho decir…
Los casos de incendios son cada día más comunes, y ocurren por acciones desaprensivas en el manejo de artefactos por parte de los humanos, combinados con las altas temperaturas generadas por el clima y las generadas por equipos industriales en fábricas, talleres y empresas de servicios.
Se presume que para el año que viene, habrá menos lluvias, menos agua potable, más calor y el impacto en las estadísticas será también mucho mayor, de acuerdo con las predicciones de estudiosos del clima.
En la parte que nos compete, nuestras autoridades están conscientes de que los cambios propiciados por la madre naturaleza no son un juego y desde ya se estarían creando las condiciones y enfocando inversiones en el área medioambiental para que el impacto no sea devastador como es el Pacto del Agua que estaría vigente hasta 2036 y que involucra a las instituciones relacionadas con los recursos naturales y a la sociedad civil.
Las campañas de concienciación sobre el uso y manejo del agua son de mucha importancia para lograr los objetivos, lo mismo que arreciar las que crean conciencia sobre el uso del plástico. Llevamos muchos años con el mismo discurso de que debemos sustituir el plástico por otros que sean biodegradables, de no permitir que las industrias, las bombas que venden carburantes y talleres continúen operando en lugares muy poblados.
De continuar como vamos, seguiremos con las mismas lamentaciones, el mismo dolor, las mismas quejas y tragedias, entre el desdén hacia el planeta y el desdén hacia nosotros mismos.