Lo dice el saber popular: “El corazón de la auyama solo lo conoce el cuchillo”.
Algo parecido ocurre con la comunicación. Desde fuera todo parece muy bonito, pero asumir la comunicación como oficio “tiene sus bemoles”.
Desde fuera parece muy simple. Cualquiera con acceso a internet y un equipo sencillo hace saber y hasta puede lograr más impacto, informando o desinformando, que cualquier gran cadena internacional. Por eso dicen muchos estudiosos que vivimos esa etapa de “todos comunicando para todos”.
La diferencia suele salir a flote cuando se presenta alguna situación compleja. La comunicación suele asumirse como una especie de “dios de los apuros”, del que nos olvidamos en los tiempos de bienestar y felicidad, pero acudimos apresurados cuando “se aprieta la liga” o cuando “la puerca retuerce el rabo”.
Ahí suele caerse en la cuenta de la falta que hace saber lo que se tiene entre manos para gestionar la comunicación.