En su libro Psicología del dinero, Morgan Housel hace un interesante recuento de la evolución del consumidor americano desde 1950 hasta la actualidad.
Acababa la Segunda Guerra Mundial, y se hubiese dicho que vendría una época de felicidad. Pero las treguas duran poco, y a la guerra le siguió el “y ahora qué”.
Los soldados regresaban a un país cuyos recursos se habían dedicado obviamente a la guerra, y otras áreas estaban rezagadas (la construcción se paralizó en esos años). Entonces, no encontraron ni casa ni empleo.
El gobierno decidió entonces mantener bien bajas las tasas de interés y exonerar a los veteranos del pago de inicial para comprar una vivienda. Las fábricas que antes fabricaban armas, comenzaron a inundar el mercado con aspiradoras, neveras, televisiones, aires acondicionados…Y se introdujo la primera tarjeta de crédito.
Las familias perdieron el miedo a endeudarse y se dedicaron a gastar. Y esto dinamizó la economía.
El aspecto más distintivo de este período fue que el país se enriqueció de manera muy igualitaria. Los pobres se volvieron mucho menos pobres y la diferencia con los ricos se estrechó. A las mujeres y a las minorías les mejoró también su situación.
En los 70, las cosas comenzaron a desmoronarse: hay recesión, el desempleo sube preocupantemente y el panorama se llena de miedo con la Guerra de Vietnam.
La economía vuelve a crecer sostenidamente después, y en el 2000 se dice que se entraba al nuevo milenio con el crecimiento más rápido de los últimos 30 años, y con la tasa de desempleo más baja para afroamericanos e hispanos.
Se habló de una “nueva economía”.
Una nueva economía con una pequeña gran diferencia con respecto a la de la post guerra. Aunque a casi todos les iba mejor, a unos les iba muchísimo mejor que a otros.
Entre 1993 y 2012, los ingresos del 1pc en la cima crecieron un 86 pc. Los del 99 pc restante, un 7 pc.
Entonces ese 1 pc comenzó a cambiar su “lifestyle” hacia niveles inimaginables en otros años. Mansiones impresionantes, carros de lujo, viajes exuberantes, escuelas exclusivas.
Mientras, el resto observaba… y se llenaba de resentimiento. Porque aspiraba a lo mismo y sus ingresos no alcanzaban.
Entonces muchos comenzaron a endeudarse muy por encima de sus posibilidades. Y otros, a resabiar. La proliferación del uso de las redes sociales, donde todos se miran entre sí, contribuyó a acrecentar esos sentimientos de insatisfacción y envidia.
Tanto ha sido así, que en la actualidad la sociedad americana (a pesar de que en conjunto está mucho mejor que nunca antes) se proclama inconforme… percibe injusticia, desigualdad… y quiere un cambio radical del sistema.
Y esta idea de que “el sistema no funciona” y hay que cambiarlo, persiste peligrosamente… En detrimento del orden y la paz.