Una de las responsabilidades que tenemos como ciudadanos es ser partícipes de acciones que contribuyan con el bienestar colectivo desde el lugar donde nos encontremos. Así rezan las leyes que promueven la convivencia en orden que generan buenas prácticas.
Son muchas las ocasiones en las que me he referido al tema del tránsito, y al igual que yo, otros también lo hacen utilizando diferentes plataformas digitales y redes sociales y todos coincidimos en lo mismo. Seguimos como chivos sin ley, irrespetando las leyes y normas, pero también irrespetamos la vida, sobre todo, la ajena.
En los últimos meses se han hecho virales los videos de un joven motoconchista apodado “El Chino”, cuyas acciones van dirigidas a mejorar la educación vial en ese conglomerado y que han arrancado aplausos y me gusta de parte de personas que lo siguen en las redes sociales.
El Chino, sencillamente, se detiene por ratos en una intersección para hacer valer acciones sencillas de la ley de tránsito, tanto al motorista, como al peatón.
Cualquiera pensaría que ese trabajo debe hacerlo un agente de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett), y en realidad sí. El Gobierno a través de organismos como este está llamado a mantener la seguridad y el orden vial, pero lamentablemente de ese susto no moriremos.
Al Chino, un joven motorista, de aspecto humilde y, posiblemente, trabajador se le ocurrió hacer algo en las calles ante la crítica ácida de conductores hacia los motoristas que circulan en nuestras calles y que irrespetan las reglas en el tránsito y cuyo infortunio es llevarse el título de mayor provocador de accidentes y muertes.
Con un bate de plástico, él, de forma jocosa, le dice las verdades a los infractores para que entiendan en su lenguaje el grave error que cometen y que podría costarles la vida a ellos y poner en riesgo de muerte a otros.
En República Dominicana hay cada día más vehículos y más motores. De acuerdo con estadísticas de enero de este año, el parque vehicular sobrepasa los 5.8 millones, de los cuales 3.2 corresponden a motores.
Y no es que esté en desacuerdo con este tipo de transporte. El problema viene por el irrespeto a la vida. Casi siempre conducen de forma temeraria y lo peor es que no hay consecuencias reales a las malas prácticas.
Hay que decir que los motoristas se han convertido en los seres más odiados por conductores y ciudadanos; y siempre terminan siendo las “víctimas” en un accidente o percance.
Mientras tanto, los agentes de la Digesett, cuando suelen tener presencia, están siempre entre las esquinas de calles y avenidas, haciendo el juego del “Tin marín dedo pingüé…” .
Nunca se detienen a educar a un transeúnte mientras atraviesa de forma equivocada la vía, pero mucho menos a multar a los que ralentizan el tránsito, a los que pisan las rayas amarillas, o las blancas, a los que circulan por la acera, a los que cargan materiales de construcción y que desparraman en las vías…en fin…
El tráfico en nuestra ciudad sigue siendo pesado, caótico y perturbador.