No hay nadie, en términos juiciosos, que no se cuestione el reciente “triunfo” de Nicolás Maduro Moro. Incluso, sus observadores invitados -Centro Carter, Naciones Unidas y el ex presidente Leonel Fernández, junto a otros ex mandatarios (con sus matices diferenciados)- han expresado o externado que es de vital importancia que el Consejo Nacional Electoral, un organismo o ente proclive al oficialismo, presente las actas, “Para ser enteramente creíble y confirmable” que validen la victoria electoral del chavismo en las elecciones del pasado 28 de julio en Venezuela. Sin embargo, hasta la fecha ese reclamo, no ya de esos observadores especiales sino de la Comunidad Internacional, no se ha cumplido. De modo que, de hecho, el chavismo ha inaugurado una nueva modalidad de “legitimidad”: la de “ganar” unas elecciones sin someterse a ningún escrutinio imparcial -post-elecciones- ante la denuncia de fraude de sus opositores y la solicitud de sus propios observadores invitados. Algo insólito, esto último.
Y ya se observaba la deriva política-electoral del chavismo con solo, a diferencia de otros tiempos -de oposición fragmentada y apoyo popular- ver las gráficas y videos de los actos públicos, al fragor de la campaña, de ambos bandos: los de la oposición eran masivamente concurridos, mientras los del chavismos eran de escasas participación. Esta vez, como que los cerros, favelas o barriadas paupérrimas, otroras bastiones del chavismo, no bajaron a refrendar, con sus votos, la “revolución bolivariana” venida en piñata de políticos-oligarcas, empresarios con un pie a fuera y otro adentro -temerosos de lo que pueda pasar- y parte de una jerarquía militar que se niega, por compromisos-beneficios, a jugar el rol histórico que siempre ha jugado en tiempo de crisis, transiciones y colapsos de dictaduras -la más prolongada: Juan Vicente Gómez-. Será cuestión de poco tiempo; siempre y cuando, la oposición se mantenga unida y no haya miedo a la cárcel, amenazas o bravuconadas de gente que duerme con ropa puesta y aviones en el hangar…..
Desde esa realidad y antes la no presentación de las actas por el Consejo Nacional Electoral venezolano, hizo bien el gobierno dominicano, junto a otros países, en solicitar que se presenten las actas que legitimen un triunfo electoral que aún no se puede demostrar, pues las actas no aparecen; aunque la oposición ha mostrado las suyas que arrojan el triunfo de Edmundo González.
Sin embargo y en medio de ese reclamo, un garrafal error político-diplomático fue convocar a un Consejo Permanente de la OEA sin asegurar, previamente -y como es rutinario en ese foro político hemisférico-, los votos. Ese desaguisado político-diplomático, sin duda alguna, hizo más mal que bien a la oposición venezolana y, de paso, le dio un respiro momentáneo al chavismo; aunque sin detener su patente agonía…
E igual, la propuesta del presidente Ignacio Lula -la de celebrar nuevas elecciones- no deja de ser una salida; pero: ¿hacia dónde? ¿Y quién garantiza, como ha respondido Maria Corina Machado, que no haya necesidad o complacencia de una tercera o cuarta elecciones, encima de lo que pende sobre el chavismo y sus figuras más connotadas?
En fin, no se puede obviar que el chavismo pretende, por encima de lo inocultable -que hizo fraude-, quedarse en el poder obviando la crisis irreversible que le abate y que ya no goza de apoyo popular como antes. ¡Vaya “Socialismo del siglo XXI”!