La dilatada y trabajosa transición a la democracia vivida por el pueblo dominicano desde el ajusticiamientio del tirano Rafael Trujillo, parecía la historia de nunca acabar.
La turbulenta etapa de golpes de Estado y las más diversas interrupciones del mando gubermental, el desconocimiento del primer gobierno democrático con que se eligió a Juan Bosch, el intento de restablecerlo constitucionalmente, la oprobiosa segunda intervención norteamericana, la entronización de tres regímenes de fuerza (12 años) y de 8 de gobiernos de democracia restringida.
A esas etapas siguieron otros 10 años de democracia restringida, y cuando pareció que al fin llegaba la posibilidad de un período de reformas sociales y políticas, con el ascenso al poder de los herederos de Bosch, apenas fueron esbozadas esas reformas y volvimos a perder el rumbo.
Y cuando parecía que construir un régimen de democracia social e institucional era una ilusión de soñadores, arriba al poder el presidente Luis Abinader, en momentos en que nuestro país y el mundo, padecen la más devastadora catástrofe conocida en muchas décadas, el COVID-19.
Parecíamos tan atrás y ha sido tal la envergadura del énfasis con que Abinader está abordando la agenda del desarrollo institucional que hace poco un reconocido luchador institucionalista y por el bienestar popular, me dijo: Nelson, este muchacho nos está asombrando, materializa las reformas y transformaciones por las que tanto se sacrificaron Bosch y Peña, y otros luchadores democráticos y revolucionarios, y lo está haciendo de manera pacífica, sin someter al pueblo a las crispaciones y traumas del pasado.
Con sus hechos y su conducta, Luis nos está convocando a un cambio que se torna sostenible e irreversible, que está yendo a un punto de no retorno, pues los gobiernos que le sigan deberán seguirlo.
Sus reformas para salvaguardar la seguridad ciudadana, sanear la gestión pública, que siempre ha sido la principal fuente generadora de impunidad y corrupción, su determinación de darle independencia a la justicia, y desarrollar un programa de conquistas sociales, incluyendo el esfuerzo por recuperar los sistemas de educación, salud pública y seguridad social, constituyen un formidable arranque de los cambios que hemos anhelado por tanto tiempo.