La labor docente está hoy en la mirilla en la búsqueda de culpabilidades ante los tan deficientes resultados de las distintas evaluaciones. Frente a la gran inversión en educación tanto preuniversitaria como superior, hay que entender la justificada preocupación de los distintos sectores sociales, líderes o de cualquier ciudadano o ciudadana.
Sería un error atribuir culpabilidad a los docentes per se. Sería olvidar la historia de desatención de los últimos 30 años en los que hasta después de haber establecido por ley la dotación del 4% del Producto Interno Bruto (PIB) como inversión en educación en el 1997, se cumple tan fundamental prerrequisito sólo a partir del 2013, es decir 16 años después; y no hablemos de lo que sucedía antes de la promulgación de la Ley 66-97 contentiva del dispositivo.
En el informe sobre Educación del 2018 del Banco Mundial se habla de Crisis de Aprendizaje. El referido informe pone en la perspectiva mundial el problema. A partir del mismo algunos expertos han calificado la educación como “la gran estafa mundial”. De lo anterior se deduce que no se trata de un problema sólo de la República Dominicana. A nivel mundial y para la mayoría de los países tampoco se corresponden los resultados del aprendizaje con las grandes inversiones en recursos humanos y materiales. Pero hay que reconocer que en la República Dominicana adquiere un nivel extremo y no es casual los lugares que ocupa el país en las distintas comparaciones internacionales.
Se trata ahora de encontrar las vías más rápidas y sobre todo efectivas para producir aprendizajes significativos. En adición a la gran inversión económica que hace el país existen otros aspectos en los cuales se ha avanzado, entre los que se destacan las condiciones de vida y trabajo docente, el currículo, una estructura organizacional con un Ministerio con instancias a los distintos niveles claramente definidas y establecidas, así como apropiadas infraestructuras físicas. Hay que decir además que 6 años es poco tiempo para transformar un sistema educativo que había sido uno de los más desatendidos del mundo.
Sucede que si no se transforma radicalmente la labor docente muy poco que se podría avanzar en la superación de la situación descrita. Un docente con esa cantidad de horas de trabajo continuo con el mismo enfoque tradicional, humanamente es más que extenuante, de un impacto potencialmente muy negativo en la salud física y mental, además que por los resultados es “trabajar para estar cansados”.
¿Qué se hace en el aula? Es momento del total replanteo de la labor docente, lo cual trasciende al docente mismo.