La seccional de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) de Barahona tiene su propia “lucha”, su agenda particular con la que castiga a los alumnos que están bajo su feudo. Es como si se hubiesen desprendido de las directrices del comité ejecutivo nacional y se levantaran en la sierra de Bahoruco, fuera de toda ley y sentido común.
Desde 2016 vienen con un programa de movilizaciones y paros que amenaza el año escolar por un pliego de reivindicaciones particulares mezclado con demandas nacionales. Mientras el comité ejecutivo nacional pactó el ajuste salarial a partir de agosto, lo mismo que otras demandas, ellos insisten en que todo sea retroactivo al primero de marzo.
Piden la construcción y reconstrucción de centros escolares, verjas perimetrales, comedores y cocinas, evaluación por desempeño, mejoría del almuerzo escolar, etcétera. Si se mira bien, el programa de “lucha” sería más propio de los estudiantes que de ellos mismos. Su “lucha” debe avergonzar al resto de sus colegas del país.
Sorprende la ligereza con que suspenden las clases, sea para marchar o paralizar. Las vacaciones de diciembre les llegaron en huelga y así continuaron después del 10 de enero.
Es un movimiento de la insensatez. Lo peor es cómo el presidente de la ADP Eduardo Hidalgo se solidariza con esos profesores ante la justa sentencia del juez de la Primera Cámara Civil, Comercial y de Trabajo que condena a esa filial y a su presidente Miguel Ángel Féliz al pago de un astreinte de 50 mil pesos por cada día de paro. Debía aconsejarlos que vuelvan a las aulas.
El ministerio de Educación tiene el pliego de demandas de los profesores barahoneros y lo evalúa después de una reunión en enero pasado. Pero se supone que esa seccional está bajo el estatuto del comité ejecutivo, que se acogió al acuerdo firmado el 15 de marzo.
Razonablemente, esos sindicalistas deben considerar que han cambiado algunos factores y que sus peticiones particulares podrían ser conocidas oportunamente. No es negándoles el derecho de los niños y los jóvenes de Barahona a recibir docencia como deben ejercer sus derechos. Es un exceso.
Esos señores deben volver a sus cabales.