Que gratificante y aleccionador fue contar esta semana con la presencia de monseñor Agripino Núñez Collado en la Entrevista Especial de elCaribe y CDN, la que hizo coincidir con la fecha de la puesta en circulación del tomo II de sus memorias y nos acompañó en nuestro almuerzo semanal.
También nos revela que en los últimos dos años solo había salido de su natal Santiago en una ocasión, el 15 de agosto pasado, convocado por el presidente Abinader, lapso en el que tampoco había concedido entrevistas a la prensa.
Pese a considerarse “fuera de forma” por su lejanía de los medios, estuvo certero y coherente, y exhibió una impresionante memoria con detalles milimétricos de sus más de 35 años de lidiar con el liderazgo nacional en diálogos y manejos de crisis.
Vivificantes sus recuerdos de figuras de la talla de Balaguer, Bosch y Peña Gómez y de coyunturas como la electoral de 1994, la más difícil de todas sus mediaciones, según nos cuenta.
No fueron solo recuerdos, también hizo observaciones puntuales al diálogo que se celebra ahora y fija posición meridiana sobre la crisis de Haití, lo que nos coloca frente a un hombre informado y actualizado.
No debieran caer en saco roto sus observaciones acerca del vacío en el diálogo convocado por el presidente, porque es la voz de la experiencia la que señala que hay mucho de política y se margina a sectores importantes de la sociedad, además de las dificultades que confronta implementar las mesas de trabajo.
Tampoco obvió monseñor en sus consejos al mandatario, que está tomando el diálogo como para él; que debiera tener para esas labores a una persona que entienda la importancia de ese intercambio y se identifique con los temas y que en su nombre pueda armonizar con los distintos sectores “antes de los encuentros”.
Monseñor Núñez Collado debiera ser escuchado siempre, por sus incontables aportes a la pacificación del país, pero también como mediador consumado que ha sido a lo largo de toda una vida dedicada a la educación y a la formación de las generaciones futuras.
