Días difíciles los que nos vienen tocando a los dominicanos. No sólo bajo los altos niveles de inconformidad con las escandalosas versiones de corrupción, sino con el peso de una nueva oleada de violencia criminal y vecinal que inquieta aún más.Una combinación de crímenes. Los delincuentes no cesan. Matan desde La Altagracia en el Este hasta el más remoto lugar del Oeste, con una carga de indolencia ilimitada. Ese asalto a un camión en Higüey, contra tres hombres trabajadores, asesinados brutalmente imaginamos con el propósito de despojarlos de algún dinero, cuando ya llevaban su carga para destino. Algo desconcertante porque en esa circunstancia no se supone que llevaran una alta suma de dinero. Las autoridades aún tratan de determinar cómo pasó.
La violencia entre vecinos igual llega a proporciones incomprensibles. Un hombre que mata a tres personas, presuntamente por una Litis por la propiedad de una vivienda en Los Guaricanos. ¿Por qué tanta saña?
Otro bárbaro que en Santiago asesina a dos personas porque lo “tenían harto” de los ruidos que provocaban al lado de su vivienda. Pero antes de cometer su acción, recorrió un amplio tramo, lo que sugiere que la planeó. No fue siquiera una consecuencia de una discusión o una confrontación.
Es la violencia generalizada. Es la agresividad que predomina en la vida social dominicana. Es una violencia muy difícil de controlar, porque es la que está entre las personas. No hay manera de que las autoridades puedan colocar un censor preventivo a un individuo que por una simple diferencia con una vecina actúa como una bestia.
¿Cómo explicar todo esto? Quienes gobiernan la sociedad y las instituciones que fomentan valores tendrían que aplicarse para ver cómo incidir en un conglomerado donde pululan individuos bárbaramente violentos.
Nos quejamos de la falta de medios en las instancias sociales o de la justicia para disminuir o conciliar conflictos. Está bien, pero cómo ejercer la prevención con un tipo de criminal que decide dirimir una diferencia sencilla acabando con la vida de las personas.
Lo único que puede hacerse en tales casos es aplicar todo el peso de la ley. Claro, hay que insistir y educar en una cultura de paz.