La inmigración venezolana empieza a ser más que visible, especialmente en el Gran Santo Domingo. La gente ya dice: hay muchos venezolanos.Las personas migran buscando oportunidades cuando las mismas se desvanecen en su territorio. A veces huyen de graves conflictos internos o simplemente por pura sobrevivencia.
Cuando el auge del chavismo empujó a un grueso número de empresarios venezolanos a emigrar a otros mercados-naciones, como Estados Unidos y especialmente República Dominicana, pocos hablaban de la presencia de esos vecinos. Era una migración conveniente a la economía. Ellos invirtieron y contribuyeron a estimular la economía.
Desde cualquier punto de vista, el país es un destino. Somos receptores de una enorme masa de vecinos del oeste de la isla. Compartimos con esos inmigrantes desde que la industria azucarera empezó a jugar un papel estelar en la economía. También ha aumentado la presencia de ciudadanos provenientes de Centro y Sudamérica.
No analizaremos las causas por las cuales nos eligen como destino, pero resulta evidente que sus razones tendrán, muy vinculadas a sus realidades, nada relacionadas con los procesos globales migratorios.
A la migración de capitales se le agrega la de los profesionales y alguna clase media muy angustiada por la triste situación allá, signada por la alta criminalidad, la inestabilidad política y el desastre económico.
Con los buenos venezolanos también vienen los malos. Los indicadores internos sugieren que números significativos cometen delitos y crímenes que agravan nuestros problemas de seguridad. También dañan la buena imagen de sus compatriotas que han venido buscando tranquilidad, una oportunidad de negocios o por simple sobrevivencia.
En el pasado, en los tiempos más duros de la inseguridad política predominante aquí, finales de la década de los 60 y durante la del 70, Venezuela acogió a cientos, miles de dominicanos. No sólo fue refugio, sino oportunidad para muchas familias.
Mientras tanto, los dominicanos, siempre hospitalarios y amigables, debemos recibir a los venezolanos comprensivamente y hasta con cierta compasión. Aceptarlos y ayudarlos.
A los malos o delincuentes, darles seguimiento y aplicarles la ley.