Hemos visto que el gobierno, a través del Instituto Nacional de la Vivienda (INVI) y el Plan Social de la Presidencia acudirá en auxilio de la familia que improvisó una “vivienda” sobre un árbol de javilla en la comunidad de Puñal Abierto de Santiago. Fue el “refugio” que encontró después que la crecida de un arroyo se llevó la rancheta donde habitaban.
Esa pobre familia ha sido afortunada, toda vez que sus días no terminaron en una tragedia. Quizás la publicidad generada por su creativa decisión de reciclar desperdicios sobre la mata de javilla permitió que las agencias del gobierno le brindaran ayuda.
Danisa Peña Matos y sus hijas Franyeli Féliz Peña y Yerlin Reyes Peña, aplastadas el pasado 26 de enero por un alud rocoso en una casita en El Palmar de Herrera, Santo Domingo Oeste, no imaginaron que al alojarse en un área tan vulnerable corrían un peligro extremo, que se activaría con unas cuantas horas de lluvias.
Y ahí está la tragedia que arruinó sus vidas.
Como esas familias, miles de personas viven en lugares vulnerables. Es el cuadro de la pobreza, generalmente extrema. Gente que sobrevive en lugares convencionalmente llamados viviendas, pero en realidad no reúnen las mínimas condiciones para ser consideradas como tales.
Las políticas de prevención y vigilancia respecto a ocupaciones en áreas vulnerables son letras muertas. El Estado en la práctica se desentiende de este grave problema social.
Tampoco se perciben políticas púbicas orientadas seriamente a resolver el grave déficit habitacional.
De acuerdo con los informes dados por Oxfam Internacional, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, programa en República Dominicana (Flacso-RD) y la campaña Casa Ya del Foro Ciudadano, el déficit en materia de viviendas es de más de dos millones de unidades.
2016 fue el año declarado de “fomento de la vivienda”, y no hay indicadores que sugieran cambios significativos en ese panorama. Muy al contrario, si se estima que el déficit habitacional crece, cada año en aproximadamente 37,000 viviendas, según las instituciones citadas.
Tristemente, continuaremos viendo estas tragedias cada vez que el clima nos someta a sus inclemencias. ¡Qué pena!