¿Qué tan lejos puede llegar la efervescente lucha ciudadana que reclama el fin de la corrupción y la impunidad? Esa pregunta probablemente se la hacen muchos actores del movimiento mismo, algunos agentes económicos, políticos y hasta quienes gobiernan.La interrogante podría ser respondida de una manera simple. En un primer momento la acción ciudadana puede aspirar a que los culpables de las corrupciones sean traducidos a los tribunales. Pero subyace la siguiente cuestión: ¿Quiénes serían los encausados?
En atención a hallazgos, el movimiento podría cobrar vigor o disminuir de intensidad. Todo está asociado a unos objetivos no manifiestos que no sintetizan ni registran las consignas levantadas.
Aquí entran en juego los efectos espejos. Están asociados a experiencias vividas en diferentes países y recientemente en el entorno latinoamericano.
La conformación de un movimiento ciudadano con posibilidad de desembocar en acción y opción política con vocación de poder. La ausencia de banderas partidarias permite congregar voces a más amplio espectro. Habría que superar la recolección de firmas, las marchas y otros medios de presión contra la impunidad.
La aspiración de justicia tendría que asentarse en los procedimientos y en las vías previstas en el sistema jurídico nacional. Pero una parte del movimiento por momentos descalifica la institucionalidad y plantea otra figura que encause la persecución de la corrupción de manera “confiable”.
Subyace un conflicto que remite a la agenda estratégica, no explícita aún, la cual solo podría ser conocida en la medida en que el movimiento presente mayores credenciales. Tiene dos valladares asociados al ejercicio de la autoridad y el poder. El avance estará vinculado al manejo de la investigación del espinoso caso que ha dado lugar a la agitación social: los escandalosos sobornos admitidos por Odebrecht. En el plano político está el gobierno y la fuerza partidaria que lo sustenta.
Los postulantes de los nuevos paradigmas perciben que tienen una preciosa oportunidad. Quienes gobiernan están obligados a emplear sus mejores artes, pero sobre todo, a pasar las pruebas de autenticidad y credibilidad. De ellas no escapan algunos agentes de la oposición.
Es momento de tensión y pruebas.