Superar el drama

No hay mucho que decir que no se sepa sobre la grave situación del pueblo venezolano. La llamada revolución del siglo XXI proclamada por Hugo Chávez ha fracasado bajo las directrices de Nicolás Maduro.

No hay mucho que decir que no se sepa sobre la grave situación del pueblo venezolano. La llamada revolución del siglo XXI proclamada por Hugo Chávez ha fracasado bajo las directrices de Nicolás Maduro.Con un liderazgo heredado de un líder que desapareció muy temprano, desarrollar un proyecto de transformación de una democracia convencional a un régimen pretendidamente socialista en estos tiempos era una tarea ciclópea, por no decir imposible.

Un salto de unas estructuras y unas instituciones establecidas, con una funcionalidad deficitaria, es verdad, pero operativa, hacia un modelo por construir era demasiado grande. Los ejercicios conocidos en esa dirección habían colapsado. La caída de la URSS fue aleccionadora. Debieron restablecer las leyes del capitalismo y reconstruir todo el engranaje que conlleva para que empezaran a cumplirse las reglas elementales en que se fundamenta la creación de riquezas. La cuestión es darle sentido social, satisfacer las grandes necesidades humanas, sin los enormes sacrificios que vivieron las naciones que conocieron el socialismo real.

China ha debido desmontar diversas normas de su viejo modelo socialista para privilegiar convenciones muy propias de la economía de mercado para atender prioridades y necesidades del pueblo. Lamentablemente, la utopía no funcionó. El caso cubano, congelado en el tiempo y signado por la economía de la escasez y la necesidad, no encuentra la linterna para iluminar la mejor vía para desmontar lo malo y quedarse con lo bueno de la experiencia socialista.

Pese a todas esas experiencias, los gobernantes de Venezuela no se dan cuenta que llegaron tarde al mercado de las ideas socialistas, que el modelo se había agotado, porque simplemente no satisfacía los requerimientos fundamentales del ser humano, sin contar el costoso sacrificio de la renuncia a convenciones universales consignadas en la declaración de los derechos del ciudadano.

Maduro y sus compañeros de gestión tienen que aceptar que han fracasado en la gestión del Estado, en la administración de la economía, de los servicios, en impulsar las fuerzas productivas de un territorio tan rico como Venezuela.

Duele que las quimeras socialistas no hayan fructificado. Es una pena. Tienen que reconocerlo. Abrirse al diálogo y buscar una salida honrosa a ese drama.

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