Se habla de los cambios en la sociedad dominicana en los últimos 50 años. Se resalta el crecimiento económico, industrias, empresas de servicios, comunicaciones, el turismo, la expansión urbana y hasta hábitos de vida, y también cómo el país se ha abierto al mundo.
Es una suerte de lado bello de la realidad dominicana, sin prestar la atención a los problemas que siguen afectando a las personas. Algunos son los mismos y otros se han agravado dramática y trágicamente.
¡Cómo la violencia cobra nuevas dimensiones! Se podrá decir que siempre hemos llorado nuestras tragedias, pero la criminalidad que se sufre no había llegado a estos extremos, con el agravante de que se acepta como parte de una normalidad de estos tiempos.
La muerte de cuatro personas en Salcedo, un municipio pequeño, en una batalla entre bandas de delincuentes por el control territorial para el tráfico de drogas, tiene que preocupar.
La noticia llega condimentada con una declaración del jefe de la seguridad interior: Los delincuentes actúan en connivencia con agentes policiales. Casi nada. Y en época reciente han sido expulsados de las filas de la Policía 3 mil miembros por conducta impropia o abiertamente en conflicto con la ley.
El progreso arrastra también una progresiva criminalidad con la cual las autoridades no pueden. Los llamados a combatirla suelen asociarse al crimen.
Las quejas ciudadanas, y esto es parte de ellas, sólo reflejan la desesperanza y la impotencia, toda vez que las personas decentes están expuestas a un asalto, o simplemente a perder la vida por una acción directa de los criminales, o de manera colateral, cuando toman calles o callejones como escenarios de sus peleas.
Lo de Salcedo es una alarma mayor, pero en días recientes otras peleas callejeras en Santiago y Moca provocaron víctimas fatales.
Impera una violencia incontrolable, frente a la cual, las autoridades devienen en cronistas de su propia incompetencia.
Signos preocupantes.