Con los reclamos de los profesores de la UASD y los del sistema público planteamos desde el principio la necesidad del diálogo. En ninguno de los dos movimientos no se explica racionalmente que se haya ido a los extremos.
La huelga de los profesores de la UASD sorprendió a todo el mundo.
Inoportuna, porque se produjo sin que iniciara el período académico. No tuvieron la cortesía de explicarles a los estudiantes y menos a la comunidad nacional. Simplemente plantaron su demanda de un ajuste salarial del 15%.
Por esa razón, una encuesta aplicada ayer a los usuarios de la página web del periódico elCaribe, en la cual se pregunta que si cree que el Gobierno debe ayudar económicamente a la UASD para que aumente el salario a los profesores arrojó el siguiente resultado: 79,6% dijo que no y apenas el 20,4 % lo aprobó.
Es que no fueron agotados los trámites, empezando por el diálogo. El rector está implorando que los profesores dejen ese paro y muchos estudiantes se están presentando a las aulas. El rector no rechaza la demanda, pero dice que la UASD no tiene dinero para complacerla. Y es verdad. Deben desistir desde este viernes y avenirse al diálogo, de la manera más sensata.
En la otra esquina, los profesores de las escuelas públicas. Quieren un 25% de aumento salarial. La sociedad recuerda muy bien los ajustes más recientes. El panorama no los favorece. El ministerio de Educación adelantó su rechazo. Eso no fue prudente. Ayer declaró su disposición a hablar y los ha citado para el lunes a las 2:00 de la tarde.
En esa tesitura parece prudente que dejen sin efecto la manifestación convocada para hoy viernes. Igual deben privilegiar el diálogo, sobre todo cuando vienen de agotar todo un proceso de consulta inclusiva, mediante la cual se identificaron 13 mil problemas que atañen al sistema educativo.
Siempre el diálogo será la mejor herramienta para encontrar soluciones, en todos los procesos. La historia muestra que si se privilegia los costos resultarían menores para todos. Y más en casos como estos, donde están de por medio las tan defendidas “nuevas generaciones”.