Hoy se cumplen 52 años de que un grupo de dominicanos, civiles y militares, produjera el levantamiento conocido como la “Revolución de Abril”, cuyo propósito era retornar la constitucionalidad que había sido interrumpida 19 meses antes mediante el golpe de Estado que depuso al presidente Juan Bosch.En ese período de más de medio centenar de años la República Dominicana ha avanzado mucho, aunque todavía sin completar el estatus que debía haber alcanzado si aquel funesto 25 de septiembre de 1963 no se hubiera interpuesto.
Inspirados en el ideal de restablecer al primer gobierno democrático en las primeras elecciones de la época post trujillista, un grupo compuesto por oficiales militares y civiles se alzó en armas, demandando el respeto a la Constitución, malograda con el golpe militar.
La acción evolucionó y tres días más tarde pasó a convertirse en un tema de soberanía nacional, pues el levantamiento y su demanda tuvieron resistencia en sectores políticos y militares afines a los propiciadores del golpe de Estado. El enfrentamiento, en escenario de guerra civil, provocó que el país fuera intervenido militarmente por contingentes enviados por los Estados Unidos y posteriormente por una llamada Fuerza Interamericana de Paz, apoyada por la Organización de Estados Americanos (OEA). Esas fuerzas se mantuvieron en el país hasta poco después de las elecciones del 1966.
Varias lecciones ha dejado el levantamiento del cual hoy se cumplen 52 años. Buenas y malas. Entre las malas, la intervención militar, ese injerencismo descarado de fuerzas extranjeras, debe ser el cabeza de la lista, y el prototipo de hecho que nunca jamás debe volver a suceder, ni el pueblo permitir.
Lección importante parida de aquel levantamiento es la concienciación del pueblo, de la sociedad, de que ama y defiende su libertad y su democracia a cualquier precio.
A 52 años de aquel levantamiento, y como resultado del mismo, el recorrido en materia de libertades y democracia realizado por el país y sus instituciones ha sido bastante amplio. Eso sí, la democracia siempre es perfectible.
Blindarla y protegerla es responsabilidad de todos. Ponerla en riesgo, en aras de su defensa, puede ser un flaco servicio. El 24 de abril debe servir de fecha de reflexión acerca de si tenemos toda la vocación democrática que profesamos.