El pasado sábado hablábamos de la responsabilidad y las opciones que tenía en sus manos el presidente de la República para decidir sobre la elección de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional (TC), toda vez que la mayoría de los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) son una expresión de los resultados electorales favorables al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en atención a los poderes representados.Y comentábamos que algunos veían la elección de esos miembros del TC como una oportunidad del presidente Danilo Medina para acentuar su impronta en el poder, y en efecto, habían sugerido desechar cualquier prurito y obrar convenientemente a su interés político.
Y añadíamos: “Está en sus manos decidir a conveniencia o actuar a consciencia en pro del fortalecimiento de un órgano fundamental para la vida institucional de la República Dominicana… Que su decisión no sea objeto de escarnio, sino de reconocimiento”.
Hoy, la opinión pública y la población en general están contestes en entender que el Presidente Medina, y bajo su influjo, el CNM, actuó con la vista puesta en la institucionalidad, y en efecto, la elección de los magistrados responde a las demandas ciudadanas de estos tiempos.
Merece el reconocimiento de la ciudadanía.
Dirán que esa era su responsabilidad. Pero no siempre se asume en los términos deseados, sobre todo, si se parte del criterio de que la correlación de fuerzas es favorable al punto de vista de la fuerza predominante en el poder.
Los resultados de las votaciones explican por sí solos la moderación que predominó en el Consejo de la Magistratura. Los elegidos son ciudadanos calificados para desempeñar las altas funciones a su cargo.
El presidente Medina y los demás miembros del Consejo merecen el reconocimiento público.
Lo deseable es que igual proceder predomine en el cumplimiento de la próxima tarea de evaluar y escoger los nuevos miembros de la Suprema Corte de Justicia.