A propósito del Día Mundial del Medio Ambiente suelen escucharse pronunciamientos. La preservación de la vida en el planeta mediante prácticas orientadas a mantener un equilibrio medioambiental es global. Aunque hay un nuevo líder en la tierra que no cree en nada de eso.
En cualquier caso, lo interesante es que crece la sensibilidad por la conservación y la perpetuación de la tierra en las condiciones de habitabilidad.
No está de más preguntarse: ¿Qué hago para contribuir de alguna manera a mantener los ecosistemas en mi barrio, en mi comunidad, en vinculación directa con la madre Tierra?
No basta con decir que los depredadores arrasan los ríos y los árboles. ¿Acaso en algún momento hemos tocado una simiente, hemos tomado en nuestras manos una plántula? ¿Hemos cavado un hoyito para verla crecer? ¿Cómo procedemos para disponer de nuestros desperdicios? ¿Qué hacemos cuando vamos en un vehículo, consumimos algún enlatado o empaquetado en plástico? En fin, en nuestras cotidianidades, ¿cómo tratamos esos desperdicios?
Cuidar la tierra no es sólo elaborar un bello discurso sobre la importancia de esa práctica sin hacer literalmente nada. Las políticas públicas orientadas a mejorar las zonas vulnerables en pueblos y ciudades, proteger cuencas y recursos con riquezas fundamentales para el equilibrio del ambiente pueden ser buenas, malas o sencillamente, aceptables.
Lo ideal es que cada ciudadano, en sus quehaceres habituales en el hogar, en las fincas, en las industrias, en el comercio, en los laboratorios, en todas las actividades de los seres humanos, piense y obre de modo que haya resultados positivos para que la oferta acuífera se mantenga, para que no haya degradación de los suelos, contaminación del aire, arroyos, cañadas, ríos, lagunas y mares, en fin, para que no haya tanta agresión irracional sobre los lugares en que habitamos.
Y en los casos de aquellas personas con posibilidades de transferir conocimientos o informaciones, que hagan siempre el esfuerzo mínimo por ayudar a la gente a entender que todos debemos hacer algo para evitar el desastre ecológico global. Hasta el presidente Donald Trump debe entenderlo.