“Cultivar una cultura de paz” es el lema establecido por la Organización de las Naciones Unidas para el 2024, cuando se cumplen 25 años de la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, adoptado por la Asamblea General en 1999.
Parece ocioso, en un mundo cuya historia es en su mayor parte el recuento de sus guerras y batallas, que haya una jornada especialmente dedicada a la paz, pero sucede que esa es la misión primordial que la ONU se ha impuesto desde su creación después de la Segunda Guerra, por lo que este día debiera ser un tiempo de reflexión sobre el destino de la humanidad, sobre la importancia de cohabitar pacíficamente este planeta.
Es un día en que, además de deponer las armas y respetar el alto el fuego, se debe reflexionar y entender que la humanidad también son los otros.
En 1999, el 21 de septiembre, la ONU reconocía que la paz no es solamente ausencia de conflictos, también requiere un proceso positivo, dinámico y participativo de promover el diálogo y resolver esos conflictos con mutuo espíritu de entendimiento y cooperación.
Desde que el mundo es mundo, los hombres han vivido en guerra, las ambiciones de los líderes y caudillos, de las élites que los acompañan y los alientan han sido el acicate para que los pueblos se lancen unos contra otros a apropiarse de sus riquezas, de sus tierras, matar y esclavizar a los vencidos o imponerles enormes y onerosos tributos.
La idea de la paz como una forma superior de convivencia pacífica entre culturas y civilizaciones ha figurado siempre entre las ideas de los grandes pensadores de la humanidad, desde Confucio hasta Santo Tomás de Aquino, lo que la humanidad necesita es precisamente una educación que se centre no en la exaltación de los grandes guerreros y conquistadores sino en los hombres y mujeres que vivieron vidas heroicas y sin resonancia, pero difundieron la ciencia, trabajaron en mejorar los alimentos y enseñaron a leer y a escribir a los pueblos.
La paz no es ausencia de guerras, es una construcción que requiere del esfuerzo de todos, de la aceptación de la diversidad y de las diferencias y cooperar en la búsqueda del bien común, para que el odio y las ambiciones que alimentan las guerras sean reemplazados por el entendimiento basado en el diálogo y la comprensión.