Por lo que se ve, parece que es en serio que el 2017 será el año del Desarrollo Agroforestal, una apuesta del gobierno por recuperar las cuencas hídricas de la República Dominicana mediante la reforestación, pero especialmente vinculando a los residentes en las zonas montañosas a dicho programa, con varios componentes productivos.
No solamente se ha hecho la declaratoria del año, sino que el presidente Danilo Medina anunció inversiones durante visitas sorpresa a comunidades ubicadas en la cordillera Central y en la sierra de Neiba.
El decreto 395-16 sería el instrumento para impulsar esos proyectos para proteger las cuencas hidrográficas y devolver la capacidad productiva a quienes viven en las zonas cercanas a las mismas.
Para que un proyecto de esa naturaleza sea sostenible en el tiempo es importante garantizar la participación real de los involucrados. El hecho de que se propicie el trabajo con ciudadanos agrupados en asociaciones es un elemento interesante, pero hay que lograr que se conviertan en actores comprometidos.
Un problema de los procesos de participación de los agricultores en proyectos asociativos es que se les dan los insumos, inversiones extraordinarias, pero no siempre se acompaña de entrenamiento continuo. Tendría que impulsarse un acompañamiento en formación y estímulo de la asociatividad, y desarrollo de capacidades para que los proyectos no sólo resulten productivos, sino sostenibles.
Ese ejercicio superaría las tendencias disolutorias frecuentes entre nuestros productores o trabajadores agrícolas, o en general, entre elementos a veces empujados a agruparse para un fin, pero sin que se cumpla un proceso de aprendizaje sobre los beneficios de la acción colectiva para alcanzar metas grupales o comunitarias.
En fin, que los proyectos y programas comprometidos por el presidente Medina para el Año del Desarrollo Agroforestal pueden resultar frustratorios si los mismos no tienen el componente educativo orientado a fortalecer la asociatividad.
Es facilitar los recursos y enseñar a utilizarlos desde una perspectiva de compromiso y responsabilidad personal y asociativa. El progreso individual estaría así vinculado al progreso colectivo. Es quizás lo más difícil pero fundamental para que todo ese esfuerzo tenga sentido de perennidad.