La Organización de Estados Americanos (OEA) finalizó ayer en Lima, Perú, su 52 Asamblea General que este año se celebró con el sugerente y abarcador lema “Juntos contra la desigualdad y la discriminación”.
La principal expectativa de la República Dominicana en este evento giraba en torno a la situación haitiana, por lo que podría considerarse un logro, insuficiente por demás, que haya “parido” una declaración consensuada que muestra “preocupación” por la inseguridad, la proliferación de bandas armadas y el aumento de las violaciones de derechos humanos en Haití.
Pero expresar preocupación y pedir a los países y a los observadores permanentes que estén en condiciones de hacerlo, “que ofrezcan urgentemente un apoyo directo al Gobierno de la República de Haití para mejorar” un sinnúmero de carencias y que de conformidad con la Resolución 2645 del Consejo de Seguridad de la ONU “prohíban la transferencia de armas a las entidades no estatales implicadas en la violencia de las bandas”, no pasan de ser meros enunciados generales, sin mecanismos de implementación práctica y un calco de pronunciamientos anteriores.
Las asambleas de la OEA nunca salen del redil de lo preconcebido y manido, salvo en casos en los que Estados Unidos tiene una necesidad muy puntual.
Precisamente, la figura de más peso político y geográfico que estuvo en Lima fue Antony Blinken, secretario de Estados de los Estados Unidos, país con una grave responsabilidad en la búsqueda de salidas de fondo a la situación en Haití, y que pudo haber ido mucho más allá de hacer coro a la “preocupación” contenida en la declaración consensuada.
Talvez haya que prestar atención al presidente mexicano López Obrador y a su afirmación, a propósito de esta cita, de que la OEA es una entidad que no quiere reformarse a pesar de que ya cambió el mundo y cambió la mentalidad de los pueblos.
Cada vez son más reducidas las posibilidades de que este organismo hemisférico, de triste recordación para los dominicanos por una herida aún abierta para muchos, tenga una incidencia efectiva para encaminar soluciones a los problemas de los países que lo integran.