La actual Policía Nacional, fundada el 2 de marzo de 1936, arriba a su 88 aniversario, en una etapa que podríamos calificar, sin hurgar mucho en su historia ni detenernos a comparar demasiado, de importantes transformaciones.
La institución, que se encuentra en un momento de profesionalización, ha cubierto a través de su historia un dilatado proceso en el que fue superando algunos de los aspectos negativos, como el recelo que provoca a la gente cuando se le asoma un agente por cualquier finalidad.
Lamentable es que, con todo y los cambios que se pregonan, perviva en la conciencia de la población esa desconfianza, la que todavía ve al policía como figura de los excesos desvinculado de la ciudadanía.
Pese a ello, sería exagerado siquiera insinuar que el policía de hoy es el mismo de siempre, o el de la época del “tránquenlo”.
La institución ha sido dotada de nuevos programas y herramientas; con solo citar, para marcar diferencias, el diseño de nuevas líneas para la implementación de planes, estrategias y políticas, unido al Reglamento General de Aplicación de la Ley 90-16 Orgánica de la Policía y otros.
También la creación de una comisión para la ejecución de esos planes, con lo que se podría garantizar que el esfuerzo no desvíe su curso ni quede a mitad de camino.
Hay cambios trascendentes, entre los que el presidente Abinader en su rendición de cuentas del martes destacó dos: la apertura de la Escuela de Entrenamiento Policial campus Gaspar Hernández, con capacidad para 2,000 conscriptos, y el cumplimiento de la promesa del incremento salarial con 500 dólares como sueldo mínimo, lo que es parte de la dignificación de la vida del policía, que ha recibido otros beneficios sociales en el campo de la salud y la vivienda.
Felicitaciones a la institución policial en su 88 aniversario, con el reconocimiento de que nunca antes se había llegado tan profundo para un fortalecimiento institucional que haría que la sociedad se incline a ver “con buenos ojos” a los correctos efectivos, que hoy constituyen la inmensa mayoría.