El 24 de diciembre se celebra en todo el mundo la Nochebuena, una festividad cristiana que conmemora la víspera del nacimiento de Jesús. Su nombre se debe a que, obviamente, por haber nacido el Mesías, fue una “buena noche”, y actualmente lo es porque invita a celebrarlo en familia, con cena y brindis.
Esta Nochebuena que trae a gente de la diáspora a compartir por unos días con los que se quedaron, que genera un éxodo desde la capital hacia las ciudades y pueblos del interior constituye sin duda una celebración especial, genera un ambiente que se respira en las calles, en la alegría y hasta en la ansiedad de algunas personas, que esperan cerrar un año para comenzar otro mejor.
Para los niños es tiempo de regalos y de juguetes nuevos, para los mayores es ocasión de un compartir que se siguen disfrutando al día siguiente en el tradicional “calentao”.
Se trata de la fiesta más importante para las personas formadas con una conciencia cristiana, cualquiera sea la congregación a la que pertenezcan, y para los católicos, que son la mayoría, es un tiempo esperado durante todo un año, que se prepara con el periodo de adviento para culminar con la misa de gallo.
Aunque lo que debiera ser un tiempo de reflexión y recogimiento ha sido reemplazado por “la gran comilona”, el baile y la bebentina, o la ruidosa discoteca, hay motivos más que suficientes para exhortar a la población a festejar con la mayor mesura posible, para no terminar con lamentaciones generadas por excesos.
Ojalá que en la mayoría de los hogares prime la sencillez, sin despilfarro que provoque desperdicio de comida que otros necesitan y que la costumbre de compartir, tan arraigada en el dominicano, siga presente como siempre.
Que cada persona se tome un momento para reflexionar sobre los propósitos y proyectos que tiene para el futuro inmediato, y que el mensaje de la Nochebuena se asuma como una exhortación a trabajar por la paz y la concordia, por la edificación de una sociedad más justa y un mundo mejor. Es nuestro deseo.