Mientras el país botaba el golpe con la pelota, la ola criminal continuaba indetenible, y arrasaba la precaria sensación de que podemos sentirnos seguros durante algunas semanas. En 48 horas durante los días 27 y 28 de enero, desconocidos mataron dos parejas, en circunstancias diferentes. Una en el sector Brisas del Este, de Santo Domingo Este, y otra en el sector Las Flores, de Cristo Rey. Ambos casos quedaron sepultados en los rutinarios informes policiales, sin que siquiera la gente expresara asombro. La violencia es cotidiana.
Al otro día, unos desalmados asesinaron al general retirado, cardiólogo José Francisco Minervino Toribio, relativamente cerca de su vivienda, mientras realizaba ejercicios físicos, en Santo Domingo Este. Le dispararon para llevarle un arma de fuego. La Policía reportó que dos individuos cayeron a balazos cuando se resistieron a ser detenidos. Fueron señalados como los asesinos del general. También, el día 29, un abogado que trabajaba para la Procuraduría General del Sistema Eléctrico, Carlos Paredes, fue muerto en la madrugada en Los Tres Brazos, en el mismo municipio.
Anoche tres personas, incluso un menor, murieron durante un enfrentamiento a tiros entre bandas de narcos en Santiago.
Estos hechos registrados en estos días confirman que seguimos bajo una ola de violencia que ya ni siquiera percibimos.
Mientras eso ocurre, preocupan las manifestaciones de malestar en las filas de la institución llamada a preservar el orden público. El uso de las redes sociales para dar a conocer quejas y denuncias individuales, a veces en términos insolentes, sugieren niveles de descomposición. Quizás es lo de siempre, ahora con el ingrediente de que todo se publicita.
Se pretende explicar las muertes violentas en los conflictos de la sociedad como si fuesen riñas vecinales, pero la realidad es que la seguridad ciudadana resulta cada vez más precaria. Lo peor de todo es que sólo nos enfocamos cuando el hecho violento viene dado con espectacularidad, con “calidad” para ser reproducido por las redes sociales.
Ignorar la gravedad de esta situación es continuar fomentando la violencia que no para. Sufrimos la misma inseguridad.