El presidente Danilo Medina tiene hoy la atención del país. Su discurso va más allá de la convencional rendición de cuentas del año anterior de gobierno.Su prolongado silencio frente a la escabrosa situación generada por el escándalo de Odebrecht estimula el sentir de la población para que se refiera al mismo y sucesivamente al ambiente generado por tantas denuncias sobre irregularidades en diferentes instituciones.
En otra circunstancia, la gente esperaba durante el discurso del 27 de Febrero que el presidente de la República, además de la rendición de cuentas, presentara nuevas iniciativas, anuncios, algún estímulo esperanzador, y hasta remociones en el gobierno.
Ahora la atención está centrada en un cúmulo de situaciones que han provocado desazón, resentimientos y desconfianza. Demasiados elementos disonantes en pocos días que minan la fe en el buen rumbo de la República, lo que ha llevado a muchos a sentirse burlados, como si les hubiesen arrebatado el futuro.
Es una situación difícil para un Presidente que había gobernado con el favor de amplias mayorías. Con aprobaciones extendidas más allá del 60%, sin oposición.
Para reencontrarse con ese nivel de aceptación o al menos apaciguar el descontento, el Presidente tendrá que mostrarse suficientemente auténtico de cara al dominicano. Presentar la verdad de los hechos que han venido suscitándose.
Sobre tantas denuncias de corrupción difícilmente el Presidente podrá presentar “soluciones”. La generalidad de los casos, por no decir todos, corresponde a la administración judicial. Lo que más le atañe es el ejercicio del Ministerio Público en la persecución de los ilícitos. Él debe ser un garante de que esa instancia cumpla su misión con idoneidad, entereza y firmeza. Que con su aliento pueda llevar el caso como manda la ley.
En lo que concierne a los funcionarios y a la defensa del interés público contra el desenfreno, el cohecho y la corrupción, el Presidente debe, más que “enviar un mensaje” como suele decirse, proceder con mano de acero, caiga quien caiga.
Es la mejor forma de actuar para despejar dudas y continuar el largo viaje que le espera en los próximos tres años y medio que le quedan.