Mañana las madres serán el centro de atención. Las vivas y las muertas, esenciales en el núcleo familiar. Como siempre, escenas de amor y reconocimientos. Es un día que nos permite estimular a un ser tan querido, tan especial.
Lamentablemente, para muchos las madres tienen “su día”. Pero lo ideal es que las valoremos y acompañemos todos los días. Los buenos hijos que están bajo sus cuidados, o aquellos que fundan familia y se vuelven distantes.
A veces vemos madres abandonadas. Casos extremos de abuelas olvidadas. En países con una cultura tan sólida como China, las autoridades han debido legislar para que los hijos no se desentiendan de sus padres y dramáticamente de los abuelos.
No está mal que haya la celebración. Es muy bueno. ¡Magnífico! Pero no somos buenos hijos cuando sólo pensamos en nuestras madres “en su día”. Hace falta más. La madre es un eje central en la familia y en gran medida ella modela el grupo. Cultivar el amor hacia ellas es una responsabilidad.
Que sean amadas cuando están en la plenitud de sus energías, cuando más se entregan a sus hijos, es cosa buena, pero tiene más sentido que ese amor se multiplique cuando sus fuerzas hayan disminuido al paso de los años.
Eso debemos saberlo muy bien, pero no siempre ocurre así y no está mal que lo recordemos. Muchos hijos que no honraron de la mejor forma a sus progenitores mientras vivieron, que no se comportaron como manda el amor filial se “desviven” en atenciones ante sus tumbas. Demasiado tarde.
Es ahora cuando tenemos que adorar, apoyar y proteger a mamá. A los padres todos, promover la solidaridad familiar y cultivar las buenas relaciones entre hermanos.
La sociedad debe cultivar esos valores. Quizás nos evitaríamos muchas escenas de dolor. Buenos hijos suelen ser buenos ciudadanos.
De poco valen los grandes regalos a las madres, si mañana y todos los días, no las acompañamos como manda el código de familia.