En el siglo pasado, durante el cual predominaron en la vida dominicana los gobiernos de fuerza, los periodistas y los medios jugaron roles decisivos en defensa de la libertad de expresión y dramáticamente, por el establecimiento de un sistema democrático, lo que se acrecentó a partir de la caída del tirano Rafael Trujillo Molina, cuando empezó un largo período de inestabilidad.
Desde entonces, antes y durante la Revolución de Abril por la restauración del orden constitucional que simbolizaba el retorno del profesor Juan Bosch derrocado en 1963, los sectores progresistas asumieron un papel militante en favor de la causa democrática. Pero igual, en justicia histórica, hicieron medios conservadores en favor de los puntos de vistas más retrógrados, que terminaron apoyando el peor crimen contra la democracia, el golpe de Estado contra el gobierno de Bosch.
Entonces las fuerzas políticas progresistas acusaban muchas debilidades, inexperiencias y en algún sentido tendencias infantiles que les impedían configurar un proyecto con posibilidades de resistir los embates del conservadurismo rancio. Los periodistas y la prensa democrática hicieron lo que tenían que hacer.
Fueron aliados clave de quienes propugnaban por el establecimiento de un sistema democrático garantista, donde circularan y fluyeran las ideas, se permitiera la participación política y se respetaran las condiciones para una libre elección.
Durante el período más extenso de gobierno a partir de 1966, después de la Revolución de Abril, bajo las manos férreas de Joaquín Balaguer, cuando el terror oficial limitaba el ejercicio de los derechos humanos, civiles y políticos, diferentes medios y periodistas dieron una batalla extraordinaria, a un costo y sacrificio humano enorme.
Después de 1978, cuando se estableció un régimen político más acorde con los principios democráticos, encabezado por Antonio Guzmán Fernández, bajo el patrocinio del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), los medios de comunicación asumieron un rol si bien crítico, más equidistante de los poderes. Igual, se podría decir que persistían tendencias con vocaciones conservadoras y tendencias con vocaciones progresistas, pero existía una pretendida y formal independencia de los poderes y partidos.
Con el nuevo siglo, y después de 52 años de gobiernos continuos formalmente elegidos, legítima o ilegítimamente, los medios no tienen porqué jugar otros roles, más allá de su propia competencia, a partir de las nuevas realidades que acusa la sociedad dominicana de hoy.