No se sabe nunca cómo amanecerá el mundo mientras en Estados Unidos gobierne un ciudadano de la catadura de Donald Trump, cuya presidencia ha involucionado el liderazgo norteamericano de una manera incomprensible. Lastrado por una obsesiva e irrazonable hostilidad al legado del presidente Barack Obama trata de deshacer sus políticas sin considerar siquiera el daño que pudiera hacer a sus propios conciudadanos. Va de un extremo a otro, desde la sepultura del Obamacare de asistencia sanitaria, bombardeo de los tratados internacionales, llámese Nafta, Acuerdo Asia-Pacífico, o el de mayor alcance global, sobre el cambio climático en París.
Ahora le ha tocado a la política de amistad que la administración Obama concibió para normalizar las relaciones con una pequeña y asediada nación del Caribe, Cuba, con la cual Estados Unidos había interrumpido sus vínculos durante más de 50 años.
Todo eso es una locura y es lo que confirma todos los ditirambos frente a las naciones, amigas o no de Estados Unidos, desde la Gran China hasta Alemania o Francia, donde la incertidumbre es el tono y la nota característica.
Ahora acaba de asestar un innecesario golpe a los vínculos restablecidos con Cuba mediante algunas medidas que sólo buscan satisfacer a lo que sobrevive del recalcitrante exilio cubano alojado en Miami, a donde fue a anunciar su plan de reversión. Es tan obvio el despropósito que ni siquiera restaura la política de “pies mojados, pies secos” que permitía que la mayoría de los inmigrantes cubanos que llegaran a Estados Unidos permanecieran en ese país, la cual fue desmontaba por Obama.
Restringe los viajes individuales, aunque mantendrá las relaciones diplomáticas, los cruceros podrán viajar a Cuba, y se podrá enviar remesas a Cuba.
Fue a hacer política y a promover el odio. Aumentará la presión para crear una “Cuba libre” después de más de medio siglo de comunismo. “Creo que ese fin está en un futuro muy cercano”, dijo.
Es lamentable que esto ocurra en una nación como Estados Unidos, donde el resentimiento y el absurdo predominan en sus políticas internas y externas.
Y el mundo viva bajo un incierto panorama sobre el mañana.