La conmemoración ayer 10 de octubre del Día Mundial de la Salud Mental, en la República Dominicana sirvió para recordarnos que andamos más mal que bien.
Con solo decir ya que para la muestra basta un botón, que en nuestro país la realidad es más bien sombría, empezando porque la salud mental sigue siendo la “Cenicienta” del Presupuesto, que recibe menos del 1% de los fondos asignados a Salud Pública.
Un crimen además porque los costos de los tratamientos en pacientes con trastorno mentales son muy elevados, razón por la que a muchas familias pobres se les hace difícil darles el debido seguimiento y terminan abandonando a sus pacientes. Estamos hablando de medicamentos que tienen un costo de dos o tres veces el salario mínimo y para mayores complicaciones la mayoría de enfermedades mentales no están incluidas en los catálogos de las Administradoras de Riesgos de Salud.
El Día Mundial de la Salud Mental, cuyo lema para este año es “Nuestro planeta, nuestra salud”, se instituyó en 1992 promovido por la Federación Mundial de la Salud Mental.
Desde abril pasado la OMS dirige la atención mundial a la interconexión entre el planeta y la salud humana. En una campaña insta a las personas, a las comunidades, gobiernos y organizaciones de todo el mundo a compartir sus historias sobre las medidas que están adoptando para proteger al planeta y la salud de las personas.
Precisamente el propósito de una fecha para la salud mental es visibilizar el trastorno mental más grave que padecen los miembros de la sociedad global, para generar un conjunto de estrategias de apoyo a estas personas. El esfuerzo por diagnosticar y tratar tempranamente los trastornos mentales reduce el coste financiero futuro y evita graves derivaciones, como el suicidio.
La OMS aclara que la salud mental es más que la ausencia de trastornos siquiátricos; es un proceso complejo, que cada persona experimenta de manera diferente. “Es un estado de bienestar mental que les permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad”.
El reto del 2020 fue permanecer mentalmente sanos, tomando en cuenta el aislamiento que se adoptó en la pandemia, cuando el teletrabajo, educación a distancia y otras restricciones se unieron a la amenaza invisible de un virus del que desconocemos muchos aspectos.
La exclusión de los enfermos mentales de ese programa es una omisión inaceptable, porque se trata de patologías de difícil y oneroso tratamiento, que pueden significar un riesgo para la sociedad toda.