El despertar de la conciencia crítica contenido en las movilizaciones de Marcha Verde es visto por algunos como un caudal social, una expresión viva de las masas que puede ser encauzado en un haz reformador de la sociedad.
Y no faltan quienes plantean un rompimiento del orden constitucional establecido para implantar uno nuevo, como si se olvidara los finales del siglo pasado, cuando murió la más luminosa llama del más grande y radical intento de transformación social.
En cualquier caso, si el actual sistema de gobierno ha de ser violentado, ¿hacia cuál modelo giraríamos? Habría que imaginar un Estado nuevo, singular, que no derive en un alto y costoso fracaso, en un retroceso que termine en un baño de sangre primero, y después de lágrimas y añoro del antiguo y corrupto régimen.
Para cualquier intentona responsable sería necesario mirar primero, como si la historia tuviese alguna importancia, al socialismo real colapsado en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); no estaría demás mirar lo que queda de las fuentes primigenias del socialismo en China, hoy un vigoroso capitalismo auspiciado por el Estado; Cuba sigue ahí, pero no habría que subestimar la inteligencia de los reformadores, de modo que no sería un modelo a seguir. La reciente versión del socialismo del siglo XXI en Venezuela, tampoco sería considerado, por absurdo.
El resto de los intentos progresistas del continente ha ido perdiendo aprobación popular, y en esa corriente apenas sobreviven Bolivia y Ecuador con su “revolución ciudadana”, con Rafael Correa pendiente de juicio histórico. Nicaragua es el feudo “orteguiano” y poco podría aportar, y lo que se observa en El Salvador es un esfuerzo claramente dirigido a fortalecer las formas democráticas tradicionales.
Pese a esas observaciones, no significa que no haya lugar o espacios para las utopías, para un verdadero estado de justicia social y libertades plenas. Será permanente una justa aspiración universal de una sociedad de libertades y derechos, con justicia, educación, salud, servicios esenciales, alimentación y paz.
La cuestión fundamental es cómo alcanzarlo, y cómo hacerlo en democracia, que es el único sistema que sobrevive, sea en su versión socialista democrática, cristiana o con rostro humano. La democracia siempre será susceptible de mejoras. Es la base para alcanzar el sueño de un mundo mejor.