La trata de personas es un delito antiquísimo como la humanidad misma, que se remonta a las épocas en que los ejércitos vencedores se apoderaban de los pueblos vencidos y esclavizaban a sus habitantes, los vendían en mercados o los intercambiaban por animales y tierras.

El hecho de que en la mayoría de los países hoy sea un delito no significa que haya desaparecido, sino que persiste mediante el engaño para captar a mujeres y jóvenes vulnerables, con la complicidad de autoridades judiciales, policiales y militares que miran para otro lado mientras reciben su tajada del “negocio”.

El Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas se celebra el 23 de septiembre desde 1999 y fue promulgado por la Conferencia Mundial de la Coalición Contra el Tráfico de Personas en coordinación con la Conferencia de Mujeres celebrada en Dhaka, Bangladés.

Se estima que en el mundo hay 1.8 millones de víctimas de delitos de trata para explotación sexual, una lacra que solo es equiparable al tráfico de drogas y de armas.

Los traficantes de personas carecen por completo de consideración para con sus víctimas y así se aprovechan de la pobreza, de la falta de educación, desastres naturales o guerras, de las crisis migratorias y de otras circunstancias, para sustraer a los niños, niñas o adultos y venderlos a las mafias.

En África hubo recientemente un aumento de las desapariciones de niñas y mujeres nigerianas que parten desde Libia buscando una vida mejor, y terminan captadas por redes de prostitución, pero esto también sucede en Latinoamérica, donde los explotadores cuentan con protección política, judicial y policial, “desaparecen” por un tiempo cuando se los denuncia con nombre y apellido, pero nunca los atrapan.

Lo que todos debieran hacer es documentarse e informarse sobre este grave delito, contactar a las organizaciones y redes de ayuda contra la trata para conocer su trabajo, en caso de que sea posible brindarles apoyo, como también informarles de cualquier sospecha de tráfico de personas que conozcan.

La trata es un delito que destruye vidas, que atenta contra la dignidad humana y es una de las más condenables agresiones que se pueden ejecutar contra cualquiera, sea niño, niña, mujer u hombre, por lo que debe combatirse de todas las formas posibles.

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