Las muertes infantiles menores de un año son una preocupación global, y las tasas medidas por cada mil nacimientos vivos son indicadores de los niveles de salud en cada país, o al menos, reflejan la calidad de los servicios y la instrucción ciudadana o las condiciones materiales de vida de la población.
Entran en juego variables que permiten explicar las causas por las que en Afganistán, por ejemplo, mueran 110.6 infantes por cada mil nacidos vivos cada año, mientras en Mónaco apenas mueren 1.8 por cada mil; o en Japón, 2 por cada mil infantes. Las diferencias entre los países muy pobres y los más ricos o desarrollados pueden explicar fácilmente los porqués.
Lo que no resulta comprensible es que en países de igual o parecido desarrollo relativo, encontremos situaciones que llaman la atención. Cuba apenas tiene tasas de muertes infantiles de 4.4 por cada mil nacidos, mientras República Dominicana tiene 17 o 18 muertes, sin que se adviertan cambios en un corto plazo.
Pero no es sólo Cuba, donde todo lo suelen reducir a los progresos alcanzados por la Revolución en materia de salud, pese a las grandes penurias económicas. Pero también podría citarse a Santa Lucía, Aruba, Dominica, Barbados y Panamá con tasas de muertes que no llegan a 11 por cada mil nacidos. A esa lista podría agregarse con tasas más bajas aún a Saint Maarten, Costa Rica, Curazao y Puerto Rico, con indicadores por debajo de 8 muertes por cada mil nacidos menores de 1 año.
¿Son mayores las posibilidades económicas de esos países caribeños y centroamericanos que las de República Dominicana?
Probablemente no, lo que sugiere que las diligencias, la disciplina, y más propiamente los protocolos no han tenido mejor suerte, para ser optimistas.
Si bien ha habido mejorías desde 2000, con una reducción de 50% en los últimos 17 años, asistimos a un estancamiento desde hace tres años.
Debe haber un cambio más significativo. No se justifica que infantes recibidos en instalaciones sanitarias cada vez más modernas mueran en la proporción que están viendo.
Naturalmente, hay quienes dirán que a otros países les va peor, pero esa no puede ser nuestra referencia ni consuelo.
Eso debe cambiar.