Es muy extendida la percepción de que la población extranjera, en particular la procedente de Haití y más recientemente la venezolana, ha crecido consistentemente en los últimos años. Pero de acuerdo con la Segunda Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI-2017) el aumento ha sido muy moderado, apenas un 0.2% durante los últimos cinco años. Ese 0.2% respecto a la población total no pasa de 46,300 personas.
Si aceptamos esos resultados, los alarmados por la llamada “presencia masiva” de inmigrantes están algo equivocados. Ha aumentado, pero casi nada, y si nos atenemos a la antigua percepción o a los decires, (que en el país hay “un millón y medio de extranjeros”), estamos absolutamente equivocados.
Los números de la encuesta muestran una realidad que desmiente las percepciones. La investigación es interesante, aunque sus resultados sean puestos en duda. Esas dudas vendrían a confirmar la pobre credibilidad de las autoridades y las instituciones públicas ante la ciudadanía.
Los resultados del estudio fueron revelados el martes pasado por el ministro de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD), Isidoro Santana. Según el trabajo de campo, en el país tenemos hoy día solamente 847,979 personas, lo que representa un 8.3% de la población total del país. 570,933 inmigrantes y 277,046 descendientes nativos.
¿Son muchos extranjeros? Hay quienes consideran que esas personas no necesariamente contribuyen al progreso. Abiertamente, lo ven como una amenaza a los empleos y a la seguridad ciudadana.
Si fijamos la vista en algunos de los hallazgos, descubriremos que esos inmigrantes tienen importancia para la economía. En el caso de los inmigrantes que más irritan a muchos, los haitianos, el 91.2% forma parte de la Población Económicamente Activa (PEA). El 33.8% de ellos participan en la agropecuaria, un 26.3% en la construcción, un 16.3% labora en actividades comerciales y el resto en actividades de servicio y otras funciones.
Como puede verse, por alguna razón están aquí. La economía dominicana tiene una demanda laboral que no siempre llena el mercado interno. Quizás podría concluirse que en el caso de los trabajadores haitianos, el país se estaría aproximando al modelo que sugiere que debemos recibir la mano de obra que la actividad económica requiera, y olvidar algunos prejuicios y temores. Total, esos inmigrantes en mayoría realizan las actividades que los dominicanos ya no quieren hacer.