Mañana el presidente de la República acudirá ante la Asamblea Nacional a rendir cuentas de la administración presupuestaria, financiera y de gestión efectuada durante el año anterior y las proyecciones económicas, fiscales y sociales que se propone ejecutar, como se lo ordena el artículo 114 de la Constitución.
Este tipo de presentación se toma como señal de transparencia y de salud del sistema democrático, lo que solo ocurre en países donde las instituciones básicas funcionan y los gobernantes se deben a sus ciudadanos.
Surgen expectativas por ser la última del presente cuatrienio, y porque tiene la vista puesta en hacerlo otras cuatro veces más, ingrediente al que se prestará especial atención porque lo remitirá a referirse a su futuro político personal.
Por ser este un año electoral y con los comicios a menos de tres meses, posiblemente la rendición no se circunscriba a un recorrido por las políticas públicas aplicadas y los logros, sino que abarcará y magnificará también lo que prometa implementar en los próximos cuatro años.
Incluso, en el fragor del proselitismo por las recientes elecciones municipales ya había adelantado un posible pacto de país, aunque sus contrarios políticos lo entendieron, precisamente, como un recurso de campaña.
Lo que ojalá no falte en el discurso de mañana sea su punto de vista de la continuidad del Estado, criterio esencial para el desarrollo de las naciones y propio de los gobernantes enfocados solo en mejorar el bienestar y la vida de los ciudadanos.
Quizá ayudaría que además de mensaje claro y positivo, no incurra en exceso de optimismo porque son muchas las limitaciones reales que se afrontan, incluido un entorno internacional adverso.
Algo de lo que seguramente hablará alto y potente es de Haití y su preocupante problemática, con la premisa, lo que damos por descontado, de la unidad nacional y del más amplio consenso.
Con todo y el enrarecido ambiente electoral actual, la rendición de cuentas no debiera ser una pieza de confrontación y descalificadora; o que vaya más allá de lo que ese escenario exige.
La esperanza es que se dirija a la nación no como líder del partido que gobierna, sino como el presidente de todos los dominicanos.