Una variable para la salud que exhibe la economía dominicana, único país según la agencia Fitch Ratings con una perspectiva positiva en su calificación de riesgo en toda la región de Centroamérica, es la confianza, que influye de manera determinante en la creación de un clima favorable para los negocios y la inversión.
No hay peligros a la vista que amenacen esa vitalidad, excepto un incierto entorno internacional que no se controla desde aquí, por lo que no tiene sentido una tendencia que últimamente gana terreno, que esquiva el diálogo y el consenso al momento de decisiones de interés nacional.
Un ejemplo de eso fue el rol protagónico, casi de imposición, jugado por el presidente de la República al proponer un aumento del 20% al salario mínimo del sector privado no sectorizado. Imposible que no se viera con ojeriza esa intervención parcial, distante de su rol arbitral y ajena a la deliberación entre las partes en un órgano tripartito.
Preocupante ha sido también que un diputado de segundo período introdujera un proyecto con medidas fiscalistas calcadas del malogrado proyecto de modernización que la población recibió con cacerolazos y tuvo el rechazo casi unánime de los sectores productivos y fuerzas vivas de la nación.
Para empeorar el resquemor, subrepticiamente y casi en coincidencia con el proyecto anterior, el país se desayuna sobre un natimuerto decreto, el 30-25, con impuestos para las plataformas digitales.
Para no ir más lejos, en este enrarecido ambiente entra una ley de residuos sólidos que llega fantasmagóricamente al Senado y aprobada en “bola de humo”.
Casualidad, desprecio o mala fe, se están entronizando medidas y acciones que generan desconfianza porque cambian repentinamente las reglas de juego, con lo que se reniega del siempre provechoso diálogo y de la búsqueda de consenso.
Así las cosas, consideramos pertinentes las alertas del Conep, que ante la rapidez con que se presentan proyectos y la falta de diálogo previo con el sector privado, aboga por que no se dañe la confianza que siempre hubo entre Gobierno y empresarios. Mientras, la Asociación de Industrias dice que al “mantener en ascuas” al sector productivo, con iniciativas y señales repentistas, se torna difícil enfocarse en producir, innovar y generar empleos.
En definitiva, los empresarios tienen razón al reaccionar ante este panorama de incertidumbre que se ha instalado, porque es una situación que preocupa y desenfoca.