Mañana el Poder Judicial celebra el día instituido en su nombre, ocasión ideal para una valoración desapasionada de cuánto ha avanzado o retrocedido nuestra judicatura.
Aportaría en esta fecha una ponderación sin absolutizar verdades parciales ni magnificar hechos aislados; sin el termómetro mediático de la “opinión pública” ni la visión catastrofista de las redes sociales, en la que primaría el descalabro.
Tampoco puede partirse del sofisma gubernamental de vanagloriarse dizque de lograr una “Justicia independiente, autónoma y funcional”, con lo que pretende denotar, acaso conscientemente, que Ministerio Público y sistema de justicia son lo mismo.
Ayudaría, incluso, una periodización, quizá “cortada” desde 1997, con la instalación del Consejo Nacional de la Magistratura y pasando por la Constitución de 2010, con la que el peso de lo positivo superaría enormemente a lo negativo.
Aunque se puede apostar a que el debate de hoy y de mañana estará centrado en lo muy actual, y como parte del todo en la Suprema Corte de Justicia (SCJ), alrededor de la que serán celebrados los actos oficiales.
Precisamente la Suprema ha pregonado entre sus logros del 2022, con cifras, una reducción significativa de los expedientes en mora: de 9,187 pendientes en enero 2020, al cierre de 2022 dice haberlos reducido a 1,766.
Otros temas en la palestra son el uso de medios digitales en el Poder Judicial, la virtualidad, que ya tiene ley y reglamento y figura entre las iniciativas más polémicas aunque, desde la óptica de estos tiempos de nuevas tecnologías, resulta ingenuo cuestionar que los usuarios tengan la opción de hacer sus solicitudes y depósitos en línea, visualizar y dar seguimiento a sus expedientes.
Otra de las “joyas” que exhibe la SCJ es el Sistema de Gestión de Casos, que a su juicio optimiza los procesos en tribunales y mejora la eficiencia en el servicio, por ser una plataforma transversal a todas las instancias de la gestión judicial.
Nuestro sistema de justicia exhibe avances que saludamos y reconocemos en esta fecha, pero el estigma de la burocracia y la necesidad de mejoras sustanciales están ahí, como exigencias de superación, como ideales a perseguir para tener un Poder Judicial independiente, incuestionable y transparente.