Foto de archivo
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El trabajo infantil es el peor, el más execrable delito cometido contra los niños en todas partes, y también la más inaceptable forma de explotación de la que son capaces los delincuentes y tratantes de personas, los empresarios inescrupulosos y funcionarios que reciben su tajada a cambio de mirar para otro lado.

El trabajo infantil también es una forma de crianza en algunos sectores, como los campos donde los niños son llevados a la cosecha de cebolla o de tomate, a sembrar, a realizar tareas domésticas en casas de familias acomodadas, a vender en estaciones y calles, pedir limosna o limpiar vidrios de carros.

Los niños son explotados en las minas porque pueden llegar más fácilmente a los hoyos más profundos, son empleados como soldados en ejércitos mercenarios porque pueden matar con facilidad y son fácilmente reemplazables, o son traficados por oscuras redes de pedofilia que a veces terminan matándolos para vender sus órganos.

El Día Mundial contra el Trabajo Infantil se celebra el 12 de junio, su propósito es denunciar la explotación infantil en todo el mundo, concienciar a las personas, a las organizaciones sociales, y a los gobiernos para que adopten la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que busca “asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, para 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas”, algo que evidentemente está lejos de lograrse.

La explotación de los niños en todas sus formas equivale a negarles el futuro, porque en lugar de suplir sus necesidades se los convierte en proveedores de adultos inmorales que se lucran del trabajo infantil.

Aquí también hay limpiavidrios en las calles, pedigüeños y ladronzuelos descuidistas siempre guiados por adultos, los niños buzos en los vertederos, escuchamos hablar de la prostitución de niñas de doce años en adelante, o del turismo sexual, fenómenos que nunca, o casi nunca, son combatidos con la firmeza que ameritan por su gravedad, y que casi siempre se miran con indiferencia.

Denunciar el trabajo infantil, exigir a las autoridades que tracen políticas para combatirlo, contribuir con las ONG que ayudan a infantes sometidos, son algunas de las acciones que podemos tomar para aliviar esa condena que sufren los niños explotados aquí y en todo el mundo.

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