El 4 de octubre se celebra el Día Mundial de los Animales, una fecha promovida por la Organización Mundial de Protección Animal cuyo objetivo es frenar la extinción de muchas especies, proteger la fauna y concienciar sobre el cuidado de las mascotas.
Se eligió este día porque coincide con el del santo de los animales, San Francisco de Asís, que en vida predicó que todos los seres de la tierra somos criaturas de Dios.
Fue precisamente en 1980 cuando el papa Juan Pablo II declaró patrono de los animales a este santo, y desde entonces cada año millones de católicos se congregan en las iglesias con sus animalitos a recibir la Bendición de las Mascotas.
“Debemos comprender cuál es nuestro lugar en la Tierra, porque nuestro bienestar está conectado al bienestar de todos los animales y al medio ambiente”, dijo San Francisco de Asís en 1200, muchos siglos antes de que la conciencia sobre el cuidado del planeta cobrara tanta vigencia.
En 1946 se sancionó en nuestro país la Ley 1266 que castigaba el maltrato a los animales, que con el paso de los años se tornó obsoleta para una sociedad moderna, por lo cual fue promulgada la actual, la 248-12, que penaliza el maltrato animal, el abandono y desprotección de las mascotas.
Un hecho notorio en ciertos países es que, en caso de inundaciones, los refugios para las personas evacuadas cuentan con un área para las mascotas, algo que se vio recientemente con el huracán Fiona en Puerto Rico, donde el llamado a evacuación incluía la leyenda “traiga a sus mascotas”, lo que incluso puede hacer que las personas entiendan mejor la necesidad de ser evacuadas.
Acaso nos falta recorrer un largo trecho para que en la conciencia colectiva se entienda el maltrato animal como un delito punible y moralmente condenable, tanto como la caza deportiva y las matanzas por placer y otras tantas formas de la estupidez de nuestras sociedades.
Quizá cuando aprendamos a evitar el sufrimiento de los animales habremos llegado a lo más alto de la escala superior y seamos, por fin, mejores seres humanos.