El acuerdo de París sobre el cambio climático, firmado en 2015, estableció un umbral simbólico para el límite más ambicioso de preservación de la temperatura planetaria, esto es, que se trataría de que el calor no sobrepasara el 1.5 % en relación con los niveles ya existentes, que eran altos y alarmantes.
Sin embargo, el año 2024 será el más cálido en los registros y el primero en superar el umbral de calentamiento de 1,5 °C respecto al periodo preindustrial, anunció recientemente el servicio de cambio climático (C3S) del observatorio europeo Copernicus.
Según un científico del C3S, se prevén aumentos de temperaturas que alcanzarán otros récords, porque el regreso del fenómeno La Niña, sinónimo de enfriamiento, sigue siendo incierto, de manera que las perspectivas para el 2025 no son nada alentadoras.
Los daños a escala mundial atribuibles al calentamiento global totalizaron US$310,000 millones y, según los últimos cálculos de la ONU, el mundo no va por buen camino en cuanto a reducir la contaminación de carbono para evitar un fuerte agravamiento de las sequías, canículas o lluvias torrenciales ya observadas.
Las recientes reuniones para tratar el problema del cambio climático, como la COP29 y la COP26, solamente generaron promesas y compromisos no vinculantes, pero las ayudas económicas prometidas por los países industrializados, que son los mayores emisores de los gases de efecto invernadero y del calentamiento global, nunca terminan de llegar y todo queda en promesas y declaraciones.
Otro estudio reciente, publicado en Science sostiene que en 2023 la Tierra reflejó menos energía solar al espacio, por la reducción de las nubes de baja altitud y en menor medida, por la disminución de la capa de hielo, situación que no ha variado en 2024.
Mientras los países más poderosos del planeta continúan enfrascados en distribuir sus guerras para vender más armas, para apoderarse de las reservas de petróleo y acumular riquezas que se concentran en muy pocas manos, el mundo avanza hacia una catástrofe que, por ahora, parece irreversible.
Solo resta esperar que las poblaciones, los pocos líderes con visión de futuro que aún quedan y las organizaciones preocupadas por el porvenir de la humanidad generen una reacción colectiva frente a tanta inacción, antes de que la vida en la Tierra desaparezca para siempre.