Aunque todos los oficios del hombre son tan milenarios como el hombre mismo, posiblemente la agricultura sea el más vital. Gracias a ella los clanes primitivos del Neolítico dejaron de ser nómadas hace más de doce mil años y comenzaron a fundar los primeros asentamientos humanos.
En nuestro país se celebra cada 15 de mayo el Día del Agricultor, fecha que en el santoral católico conmemora a San Isidro labrador, y que por el decreto 3523 del 11 de mayo de 1946 quedó instituido como el día en que se rinde homenaje a los que producen la mayor parte de los alimentos que ingerimos.
Cada agricultor –sea hombre o mujer- es una persona que mantiene con la tierra una relación de conocimiento, que sabe dónde y cómo sembrar su semilla, cuándo tiene que hacerlo y conoce, además, los secretos del clima y del suelo, un saber que se transmite de generación en generación.
Pocos oficios pueden considerarse tan nobles como el del campesino que se levanta al alba, trabaja la tierra y cuida sus sembradíos hasta recoger la cosecha, que no siempre sale como se ha previsto, que a veces sufre los ataques de plagas y depredadores, los desastres climáticos, la sequía o las inundaciones.
La importancia del trabajo agrícola en un país como la República Dominicana es tal que gracias a la diversificación de esa actividad dejamos de ser un país de monocultivo para producir más del 80 % de los alimentos que consumimos.
Seguramente en este día muchos mensajes oficiales ensalzarán el oficio agrícola y felicitarán a los trabajadores del campo, lo que no está mal porque merecen todos los honores del mundo, de su actividad dependen industrias como la del arroz, las de jugos y café, las pasturas que consume el ganado, pero se precisa mucho más.
Nuestros agricultores necesitan políticas públicas que, además de asegurarles créditos a los empresarios del agro, se orienten a mejorar las condiciones de vida a los que doblan su cuerpo sobre el surco, mejores viviendas y más acceso a la educación para sus hijos.
Necesitan mejores caminos para transportar su producción, y mejores ingresos para que la migración interna no termine por vaciar los campos, que se llenan después con mano de obra extranjera casi siempre ilegal.
Vaya en esta fecha tan significativa nuestro fraternal abrazo a los agricultores, sembradores de vida y de esperanza.