Cuando la patria convoca, no queda más alternativa que asistir, pero lo ideal sería que el llamado se fundamente en la justa causa. La nación ha sido convocada por hoteleros y autoridades a defender la imagen nacional que supuestamente es objeto de una campaña internacional para dañarnos como destino.
Algunos de los convocantes afirman que la campaña se debe a que determinados medios convierten en virales situaciones que en realidad no lo ameritan.
Puede ser que no haya el adecuado equilibrio y menos la contextualización en el tratamiento de determinadas informaciones. También podría tener asidero la queja de que algunos sitios Web publican cualquier cosa sin realizar las averiguaciones de rigor. Pero eso no puede conducir a asegurar que los “medios” convierten en virales hechos irrelevantes.
Lamentablemente, no está en manos de los medios la posibilidad de convertir un evento en “viral”. Ese es un fenómeno de autoría colectiva. Descansa en la capacidad de decir o multiplicar de la gente que usa esos aparatos inteligentes para hablar, generalmente sin conocimiento de causa.
Pero al margen de todo eso, hay realidades. Es imposible que se monte una supuesta campaña sucia contra un sector económico de un país o el país mismo, si no suceden hechos que den pábulo. Hechos poco significativos, de moderada importancia, o muy graves. Cualquier ocurrencia que conlleve la pérdida de la vida de un ser humano es grave. Cualquier agresión contra una persona en un centro hotelero es singularmente alarmante. Naturalmente, siempre habría que determinar las circunstancias. Pero dado el hecho, es inevitable que haya consecuencias.
¿Qué hacer? ¿Ver fantasmas? ¿Convocar los sentimientos nacionales ante supuestas amenazas?
Lo deseable es que no ocurra nada lamentable. Pero ante el hecho consumado lo correcto es explicar lo ocurrido, mediante la realización de las diligencias debidas con tino y sentido de oportunidad.
No basta con decir que “en otros países suceden cosas peores”. No es particularmente nuestro problema.
Ante acontecimientos que escapan al control de los responsables, fortuitos o aislados, procede transparentarlos. Explicarlos con todos los detalles, sin temores.
No basta con defendernos de una supuesta campaña sucia. Vale establecer la verdad y las responsabilidades. Y no temer. Pese a todo, Dominicana es paz. Es lo que debemos garantizar, la tranquilidad.