Desde 1979, un día como mañana, 16 de octubre, se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, establecido por la FAO con el ambicioso objetivo de disminuir el hambre en el mundo hasta llegar a la meta de la Agenda 2030 de hambre cero.
Resulta poco menos que imposible soslayar que mientras una parte de la humanidad padece los problemas típicos de los excesos, obesidad, colesterol alto, disfunciones cardíacas y de todo tipo provocadas por la ingesta abundante de comida, enormes poblaciones sufren hambrunas, desnutrición y muerte.

Al ser la segunda vez que se conmemora este día en pandemia, lo que primero se manifiesta es la fragilidad de nuestras sociedades, sistemas agroalimentarios alterados, inseguridad en cuanto al sustento cotidiano y una profunda desigualdad.

La producción de alimentos genera también desequilibrios climáticos que se acentúan con el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, más los enormes desperdicios de comida que nadie puede utilizar simplemente porque no se ha podido vender.

Esto significa que mientras más de 800 millones de personas en el mundo son afectadas por la inseguridad alimentaria hay aproximadamente un 34 % de comida que termina en la basura, con el impacto perjudicial para el medio ambiente que esto genera.

En un mundo signado por la inmediatez, por el sedentarismo y por el estrés de la cotidianeidad, pocas veces nos detenemos a pensar cómo un desayuno, un almuerzo, una merienda o una cena llegan a nuestra mesa, ni cuántas personas han trabajado para producirlos.

Sin embargo, no todo está perdido, la pandemia nos ha demostrado que también podemos trabajar juntos en busca de un futuro mejor para toda la humanidad.

Una de las recomendaciones es regresar a lo propio, priorizar alimentos producidos en la región que habitamos, consumir productos frescos y de la cultura gastronómica local, cambiar los hábitos que nos han llevado a la situación lamentable del presente.

Se trata de preservar la biodiversidad alimentaria como una forma de cuidar la salud del planeta, para que la nutrición de las generaciones futuras se desarrolle en un ambiente sostenible y en un mundo más sano.

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