En una sociedad en la que nadie se siente seguro, no se puede hablar de vigencia plena de los derechos humanos. Su predominio se encuentra en un estado crítico.
Asistimos al 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y pareciera que en algunos aspectos involucionamos. El factor fundamental que lleva a pensar de esa manera es la falta de garantías de las personas de que pueden ejercer sus derechos y prerrogativas sin correr algún tipo de riesgo.
El más importante de todos los derechos, la vida, está permanentemente amenazado, toda vez que ha sido degrada a tal levedad que cualquier persona puede ser asesinada por un aparato como un teléfono móvil.
Los temores son extendidos, y no exagera el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos Manuel María Mercedes cuando dice que en las personas se desarrollan alteraciones en el comportamiento a consecuencia de la inseguridad.
Es verdad que se siente temor en sacar un teléfono en la calle, detenerse en un semáforo a determinadas horas, o, incluso, cuando la Policía ordena parar un vehículo. La agresión de que fue víctima recientemente una pareja de esposos, una periodista y un médico, es un vivo ejemplo. Pudieron asesinarlos, porque ellos, desconfiados, rehusaron aceptar una requisa a su vehículo en un área oscura, en el Mirador del Sur. Ya terminaron aquellos días en que se podía hablar de seguridad en determinadas zonas este año.
Por un lado, los atracadores o criminales de cualquier naturaleza matan a las personas; o los llamados a perseguirlos actúan con exceso y también victimizan a las personas. A veces los propios uniformados sufren la inseguridad. En esa vorágine sangrienta, la Comisión de Derechos Humanos contabiliza 115 ejecuciones extrajudiciales.
Todo eso estimula la falta de confianza en la autoridad, en todos los planos.
Siendo así, no se puede hablar de un clima de respeto a los derechos humanos. Lamentablemente, el balance es negativo, y el deterioro visible.
Las autoridades deben entender este drama que impacta a todos y que se proyecta negativamente más allá de nuestras fronteras.