Dos informes recientes coinciden en que, prácticamente, Haití toca fondo y que la situación alcanza “niveles catastróficos”, como la califica Human Rights Watch (HRW), y que se ha generado el derrumbe de los servicios básicos y un creciente desabastecimiento alimentario, en opinión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
En efecto, estas dos organizaciones apuntan en la misma dirección al juzgar la violencia que impera y las acciones de las bandas armadas, que han provocado el desplazamiento de centenares de miles que huyen de los asesinatos, secuestros y violencia sexual, a lo que se suma, según HRW, que la inseguridad alimentaria aguda afecte a 5,4 millones de personas, casi la mitad de la población.
Lo peor se vive en la capital, Puerto Príncipe, con desplazados del orden del 87 %, así como en el departamento de Artibonite, donde el número se triplicó hasta sumar 84,000 personas y, como en todas las crisis el impacto más grave lo sufren los niños, que son más del 50 % de la población desplazada, dice la OIM.
Contingentes de personas que se ven obligadas a abandonar sus casas tienen que dirigirse a refugios, casi siempre improvisados, donde no hay suficientes alimentos, ni acceso al agua potable, como tampoco es posible brindarles atención médica y a veces ni las mínimas condiciones de supervivencia.
A la comunidad internacional esta situación le pasa de largo o se prometen ayudas económicas que si llegan es en cuentagotas.
El país con más repercusión de esta situación es precisamente la República Dominicana, desde donde el año pasado más de 200,000 haitianos en situación irregular fueron devueltos a Haití, una política que fue anunciada por el Gobierno sencillamente porque la comunidad internacional se lava las manos y pretende que sea nuestro país el que se haga cargo de esta crisis, mientras las élites haitianas tampoco hacen nada.
Precisamente la OIM considera que este desplazamiento interno debe ser para la comunidad internacional una clara señal para redoblar la asistencia financiera a la Misión Multinacional de Apoyo que intenta llevar estabilidad a Haití.
No es con paños tibios como debe resolverse esta crisis, sino con acciones de fuerza que terminen con las bandas armadas, para que sean precisamente los propios haitianos los que busquen la mejor solución para su país.