El Foro Económico Mundial, que habitualmente se celebra a finales de enero en la ciudad de Davos, Suiza, con asistencia de líderes políticos, económicos y empresariales de todo el mundo, aborda este año cinco temas, el primero es reactivar y reimaginar el crecimiento para construir economías más fuertes y resilientes.

Como todos los años, los más ricos del planeta asisten con una agenda robusta en un foro de retórica y eufemismos, porque no les interesa o no tienen mecanismos prácticos para que sus conclusiones cambien la suerte de la mayoría de la población mundial.

Los otros cuatro puntos de esta cumbre iniciada el pasado lunes, y que termina mañana, versan sobre las industrias en la era inteligente, los cambios geoeconómicos, las alianzas innovadoras y el diálogo para salvaguardar el planeta y, por último, reconstruir la confianza en un mundo cada vez más complejo y cambiante.

Esta será la 54.ª reunión anual del Foro Económico Mundial y tradicionalmente se celebran eventos paralelos y hasta alternativos, se presentan informes para hacerlos coincidir con la fecha y establecer contrastes sobre cómo la brecha entre ricos y pobres se agranda.

Uno de esos informes corresponde a la ONG Oxfam, aunque no se conoce ninguno reciente, en el último se destaca que desde 2020 la riqueza acumulada de cerca de 5,000 millones de personas a nivel global se ha reducido, que las penurias y el hambre son una realidad cotidiana para muchos en el mundo y que al ritmo actual se necesitarán 230 años para erradicar la pobreza. Asimismo, que se podrá lograr un mundo más igualitario siempre y cuando los gobiernos regulen y reinventen eficazmente al sector privado.

Aun así, la cumbre de Davos no deja de ser un buen escenario para nuestros países, como se evidenció con la participación en 2022 del presidente Abinader, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) tomó como modelo la experiencia dominicana con el Covid, así como la rápida recuperación del turismo. (En 2023 y 2024 la representación la ostentó la vicepresidenta Raquel Peña).

Aunque casi nunca coinciden los intereses de los países ricos con los de naciones emergentes como la nuestra, Davos es siempre una oportunidad para que los líderes más poderosos del mundo se vean las caras, para que los países pobres se hagan escuchar, presenten sus problemas y reclamen un lugar justo en el concierto de las naciones.

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